Sentido y sensibilidad
Puerta Real ·
Las Tertulias Lorquianas de Paco Vaquero en Valderrubio suponen siempre una gratísima inmersión en el mundo inabarcable y en la vida del poetaesteban de las heras balbás
Domingo, 8 de marzo 2020, 03:22
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Las Tertulias Lorquianas de Paco Vaquero en Valderrubio suponen siempre una gratísima inmersión en el mundo inabarcable y en la vida del poetaesteban de las heras balbás
Domingo, 8 de marzo 2020, 03:22
Paco Vaquero puso su buen sentido, el sentido común, al conceder el merecido Premio Internacional 'Hombre de los bosques' de las Tertulias Lorquianas al académico y catedrático emérito Antonio Sánchez Trigueros. Fue la excusa ideal para volver el viernes de nuevo a Valderrubio en una ... tarde un tanto desapacible, de frío cielo azul, con herrerillos y mirlos capiblancos ateridos en las choperas aún desnudas.
Ya en Valderrubio, en la casa museo de Federico, Sánchez Trigueros hizo desfilar ante nuestros ojos a los actores del teatro de Lorca en los miles de facetas de una misma trama; a todos los que han interpretado a Bernarda Alba, por ejemplo. Y veíamos y sentíamos un sinfín de latidos diferentes, millares de sensaciones distintas, poniendo acentos diversos a los textos dormidos en el papel, cuando los actores ensamblan los diálogos para ahondar en las sensibilidades del público… Antes de su intervención, Graciela-Cristina Piñero nos había ilustrado con la recurrencia de lo siniestro en el teatro lorquiano, y Encarni Jiménez Castro había interpretado una singular versión de 'la leyenda del tiempo'. Fue una tarde memorable en los predios lorquianos, que terminó con un concierto de la cantante ecuatoriana Bernarda Holguín Barrera, que traía la lírica en el pecho y la pasión gestual en la mirada.
Por esos inexplicables caprichos del azar, cuando recibí la invitación de Paco Vaquero yo estaba releyendo las cartas de Federico a Melchor Fernández Almagro. En una se queja de Granada, «muerta bajo las delirantes y verdosas luces de gas». En otra comparte el recuerdo de su estancia en Burgos y le dice: «Yo estoy nutrido de Burgos, porque las grises torres de aire y plata de la catedral me enseñaron la 'puerta estrecha' por donde yo había de pasar para conocerme y conocer mi alma. ¡Qué verdes chopos! ¡Qué viejo viento!». La llamada me obligó a aparcar la añoranza de aquellas choperas de mi infancia, revividas al leer a Federico, y acercarme a nuestra vega, tan maltratada en esta hora de fatuos contubernios.
Las tertulias lorquianas de Vaquero se sabe cuando empiezan, pero no cuando acaban, porque a Paco le gusta prolongar con sus amigos, en algún bareto que pille de camino, la pasión permanente por Federico, que le tiene sorbido el seso. Y así ocurrió este viernes, que nos dieron las diez y las once y las doce y nos estaba hablando de Frasco y del Cartero, amigos de verano y juventud de Federico, con los que el poeta iba hasta la Fuente de la Teja para observar las constelaciones y la Vía Láctea. Allí les sorprendía el alba y regresaban a casa cruzándose con los labradores que se acercaban con sus bestias a la fuente para darlos de beber. A nosotros, también nos sorprendió la hora y nos privó del buen cante de Arturo Fernández, cuando de su garganta ya brotaba la sensibilidad recordando al rey moro que se paseaba desde la Puerta de Elvira hasta la de Bibarrambla. El reloj nos dejó sin postre. Habrá que repetir.
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