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A veces bajar la mano sirve de poco. Crees que nadie se ha dado cuenta, que basta con rascarte la nuca y poner cara de bobo para que nada ocurra, pero casi siempre te equivocas. En el colegio o con los hermanos se aprenden rápido ... esas mañas. Das un pescozón, lanzas una tiza o una bola de papel y una milésima de segundo después, mirada perdida, gesto apático y cualquiera diría que llevas una hora reflexionando sobre las enseñanzas de Gandhi. A veces funciona. Casi nunca.
La Policía Nacional detuvo la semana pasada a un fulano que fue sorprendido por los vigilantes de un monumento granadino cuando estaba grabando un texto en una columna. «Tras ser descubierto, hizo ademán de bajar la mano para disimular, pero acabó trasladado a la zona de taquillas para ser entregado a la Policía». Los agentes comprobaron que en la columna habían sido grabados siete caracteres con apariencia de nombre femenino «poco común». En ese momento, se identificó a una mujer que acompañaba al retenido y resultó que su nombre, por esos azares del destino cabroncete, «coincidía plenamente con el grabado». No tardará en sentarse ante el juez acusado de un delito contra el patrimonio histórico. El arrebato de amor le va a salir caro al muchacho.
Esos arranques líricos, que persiguen perpetuar en un lugar a la vista de todos la predilección por tal o cual dama (o damo), son frecuentes. Sucede que la mayoría no tiene perro que les ladre y jamás trascienden. O que el perengano que graba el nombre de su chorba baja la mano a tiempo. Hace un par de lustros, un chaval agarró una lata de pintura y alfombró la calle donde vivía su amada, cerca de la Carrera de la Virgen, con la expresión 'Te quiero' en cien idiomas diferentes. La ciudad se dividió entre quienes abogaban por mantener el tapiz amoroso como reclamo turístico y los que estaban dispuestos a acercarse lejía en mano para no dejar ni rastro de los je t'aime. Ganaron los prosaicos. En esta ocasión, ganará la fiscalía, y bien que me parece.
El desasosiego viene cuando fantaseamos con la identidad de los protagonistas de esta historia y su proyección futura. Nada justifica una agresión al patrimonio de ese calado pero, ¿se imaginan que dentro de medio siglo se descubre que ese nombre femenino de siete letras corresponde al de una premio Nobel? ¿Y si pertenece a una hipotética primera presidenta de la historia de los Estados Unidos? Yendo un poco más allá, ¿y si se trata del de una de las pobladoras de la isla de las tentaciones? ¿Se organizarían visitas guiadas por los rayajos más ilustres? Urge investigar el pasado de la protagonista de esta historia, pronosticar su relevancia, aventurar su mañana. Y husmear en los nombres femeninos de siete letras más eminentes. Julieta, pocos nombres más literarios, las tiene. Igual que la Beatriz de Dante o la Guiomar de Machado. Ojo, también la Rosalía, tra, tra.
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