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No me gusta escribir en caliente. Es lo que pide el cuerpo cuando la actualidad nos desborda. Cuando algunos episodios espantosos entran por los sentidos y aterrizan en el corazón. Entonces una siente que le estalla el alma si no sale por ahí a gritar. ... Pero eso nada arregla y al final se opta por no escuchar noticias terribles para sobrevivir. Se apaga la tele y punto. Yo he sentido eso hace unos meses, cuando una primavera rara se nos volvió color papeleta electoral, en plena sequía mental y climatológica. Luego sucedieron esos episodios terribles a los que aludo que llenaron tertulias televisivas por unos días. Tan terribles eran que nuevos asesinatos de mujeres a manos del que decía quererlas se quedaban pequeños. Ya iban 16 mujeres asesinadas a comienzo de abril. Un ritual macabro que algunos aseguran está dentro de lo normal, porque pasa en todos los países. Desde luego pasaría en Sodoma y Gomorra. Por eso cuentan que el Altísimo las fulminó.
Cosas raras así se me ocurrían imaginar allá por los comienzos de abril, cuando se rompieron los cielos y comenzó a granizar a lo bestia. Y comenzó un diluvio incontrolado que golpeaba los cristales mientras unos y otros teleescuchantes se embobaban con las mentiras de la caja tonta. Sordos sin embargo a aquella lluvia acusadora, como si quisiera despertar a los narcotizados. Pero no despertaban. Para entonces los dos niños que asesinó una madre loca ya eran un puñado de ceniza, si los incineraron. El muerto al hoyo y el vivo al bollo. Ya las tertulias no hablaban del caso. Es que urge esconder las vergüenzas porque esas criatura son hijos de todos y si ya no están aquí es por culpa de todos, porque todos votamos. Aunque bien es cierto que la culpa es más de unos que de otros.
¿Es normal que nuestro garantismo judicial permita dejar indefensos a dos niños en medio de un descampado a cargo de progenitores pirados que se amparan en religiones prehistóricas? No, no es normal. Tampoco es normal que una abuela avise reiteradamente del peligro que corren sus nietos a la policía y servicios sociales y no se la escuche. Ni es normal que pasen por allí agentes del orden y asistentes sociales, hartos de títulos y estudios para detectar el peligro, y afirmen que ese peligro no existe, con los que luego hemos sabido. Desde luego no es normal que haya jueces de vigilancia que no levantan el teléfono a tiempo para advertir del riesgo. Tampoco es normal que hayamos visto por la tele, cuando en el movimiento de los podemitas del 15 M, imágenes dantescas de esa mujer, futura asesina de sus hijos, en actitudes muy agresivas contra la policía, y que nadie cayera en la cuanta de que esta poseída no estaba capacitada para criar niños. Era la misma que luego dejaba deambular desnudo a un crío de tres años al borde de la piscina. A mí me parece muy raro que nadie se diera cuenta entonces de que esta señora incontrolada de la acampada de Sol era la misma que tutelaba a dos criaturas indefensas. Para colmo con el apoyo de un padre tan loco como ella, que acusaba a la abuela, única empeñada en salvar a sus nietos, de querer violar a su bebe. Todo esto era la crónica de una muerte anunciada. Pero que los que podían verla no la miraban. ¿Y ahora qué ? Pues nada.
Seguramente los abogados de cada parte harán su trabajo. La Policía repetirá que no vio nada raro, la asistente social, tampoco. El juez no percibió urgencia. La madre y el padre no son responsables porque están desequilibrados. Pasarán un tiempo atendidos por psiquiatras, medicados. Acaso ni recuerden lo que paso. Es que dicen algunos que su nueva religión mesiánica no les impedía 'fumarse' todo. De otro modo no se entiende que esta madre, tras matar a golpes a sus dos criaturas, se colara en un bidón. De ahí la saco la Policía. Cómo iría de colocada la pobre, contará como atenuante su letrado el día del juicio. Veremos si al final la culpable no es la abuela, o el vecino de en frente. O mi papelera.
Sí, estoy muy harta de tanta maldad y tontura reunidas. Yo no sé cómo vivían en aquellas dos ciudades bíblicas que ardieron con el fuego divino según la Biblia, pero peor que asesinar niños no hay nada. Eso me recordaban los granizos que algunas noches de abril golpeaban nuestros cristales en una primavera oscura. Por entonces la policía sí hizo bien su trabajo rescatando a un niño secuestrado por su madre, al que mantenía alejado de la civilización. Otra señora rara, que curiosamente lideraba un grupo de defensa de la infancia amparada por unas cuentas mujeres afines a Podemos, mientras ella maltrataba a sus hijos. No sé si le dieron alguna subvención con nuestros impuestos. Cuando rescataron a la criatura nos enteramos de que lo adoctrinaba también con citas bíblicas y que le metía en la cabeza odio al padre, su tutor legal.
A mí el asco no se me ha quitado desde entonces, mientras miro por si cae encima un meteorito ardiendo. Por fortuna yo no tengo ideas bíblicas raras, más allá de lo que valoro ese libro, interesante para la historia o la literatura. Creo que Sodoma y Gomorra están aquí, y que Dios se cansó ya de mandar plagas. No nos hacen falta.
¿Y luego llamamos salvajes a otros?
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