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Yolanda Cruz
Periodista
Martes, 3 de septiembre 2024, 22:58
«No bajemos la guardia», sugería la senadora italiana del Partido Democrático, Valeria Valente, hace unas semanas, después de la presentación de un controvertido proyecto de ley por parte de la Liga de Salvini. El documento en sí se planteaba como una solución ante las «exageraciones» del lenguaje inclusivo, pero no se quedaba ahí, en esta absurdidad fuera de lugar en el momento en el que nos encontramos, la intención soterrada iba más allá.
El proyecto de ley fue presentado por el senador de la Liga, Manfredi Potente a fin de «defender la integridad del idioma patrio». Potente proponía en este decreto sancionar con multas de entre 1.000 y 5.000 euros a quien se atreviera a utilizar la «aplicación del femenino para neologismos» en títulos institucionales, grados militares, títulos profesionales y honoríficos en documentos públicos o financiados con fondos públicos o de utilidad pública. Lo leo después de escribirlo y vuelvo a bizquear como cuando lo leí por primera vez. Por aclarar un poco más a qué neologismos se refiere este senador de la república italiana: «abogada», «rectora», «alcaldesa» o «asesora», por ejemplo.
No solo habría sanciones, el artículo 3 prohibía el considerado «femminile sovraesteso», femenino súper extendido, lo que vendría a ser el uso de femenino gramatical para referirse a ambos géneros gramaticales, y cualquier otra experimentación lingüística. Dudo de que Potente se dejara asesorar o consultara con la Academia de la Crusca, homóloga de nuestra RAE, creo que no, ¿para qué? se preguntaría Potente.
Las reacciones, sobre todo de mujeres con cargos públicos, políticas y profesionales no se hicieron esperar. Valeria Della Valle, lingüista y codirectora del diccionario Treccani, afirmaba en una entrevista que hablar de neologismos era un error, obviamente, ya que las palabras que el senador de la Liga quería prohibir estaban más que recogidas en el diccionario de la lengua italiana. Dalle Valle recordaba que el vocablo «abogada» ya se usaba en el medievo y que estaba documentado el uso de «ministra» en 1300. A lo mejor estos datos no tendría por qué saberlos el senador, pero un mínimo de conocimiento y de preparación en el uso de su idioma no le vendría mal.
Lo que ocurre es que nada de esto es una cuestión «solo» lingüística o de ignorancia ejemplar de un senador, sin dejar de lado estas argumentaciones, se trata de una cuestión de género. No sé si Potente sabe, y si no lo sabe le recomiendo leer a Della Valle, que la dictadura de Mussolini ha sido el único momento histórico de Italia en el que se desarrolló una política lingüística por la que se sustituían las palabras extranjeras y ciertos pronombres en documentos públicos. O quizás sí que el senador de la Liga lo sabía, quizás conocía esta estrategia para eliminar a la mujer de la sociedad, eliminando las palabras que la representan en esta. Y de eso es de lo que se trataba, de dar un salto atrás en el tiempo y potencias el patriarcado italiano, ley en mano.
Las voces de protesta consiguieron que se retirara el proyecto y que 24 horas después la Liga asegurara que se trataba de una iniciativa personal y no del partido. Yo insisto, no bajemos la guardia.
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