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Puerta Real ·

Nuestro Rey es el más preparado de cuantas monarquías existen, un certero colaborador político, desde la jefatura del Estado

tito ortiz

Martes, 14 de julio 2020, 01:52

Llámenme 'tiquismiquis' si quieren, pero es que llevo observando desde hace tiempo, cierto paralelismo en el desempeño de sus funciones, entre el Papa y nuestro ... Rey. Yo con este Papa simpatizo más que con ninguno, desde que la muerte me arrebató en mi más tierna infancia a mi llorado Juan XXIII y su Concilio Vaticano II, se fue al garete en la solidez de su esencia. Francisco nunca quiso ser Papa, porque siempre supo de las cloacas vaticanas, y lo mucho que había de arremangarse para limpiarlas, poniendo incluso su vida en juego. Comenzaba yo a escribir mis primeras letras profesionales, cuando el escándalo de la Logia P2, salpicó la Santa Sede, la casa de Saboya, el Gobierno italiano, su servicio secreto, la masonería y 'cosa nostra', con detalles para el recuerdo como ahorcados en el puente de Londres, a modo de aviso a navegantes. De cómo se maneja el dinero en el Estado cristiano y cómo se adjudican las obras –por ejemplo– nos llegan noticias con cuenta gotas, de ilustres prelados que cesan fulminantemente en sus funciones, porque esa mañana se levantaron (mira tú por dónde) sospechosamente dimisionarios. Con esto me pasa lo mismo que con el ascenso a los cielos de Escrivá de Balaguer. Su canonización se hizo a velocidad de Sputnik, mientras mi admirado Fray Leopoldo de Alpandeire, va todavía empujado a los altares, solo con la fuerza que le imprime un fuelle de herrero. Me consta que Jorge Mario Bergoglio, quiere hacer de la iglesia instituida una entidad transparente, de hecho, si él no estuviera en la silla gestatoria no hubiéramos conocido la triste noticia de que un ilustre sacerdote de la Obra, afincado en nuestros lares, ha sido condenado por la justicia divina –nunca mejor dicho– por abusos sexuales. Otra vez emergen a la superficie los fantasmas reales de una iglesia instituida viciada y corrupta por los siglos de los siglos, y que en este caso concreto erosiona la imagen del Opus Dei, que en tantas ocasiones, ante flagrantes delitos, suele ponerse de perfil, para que no se les compare con sus compañeros de vocación caídos en la desgracia.

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