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Dos autobuses de la LAC cruzan Gran Vïa RAMÓN L. PÉREZ
Un tatuaje de la LAC en el culo

Un tatuaje de la LAC en el culo

El patio de los neones ·

Uno no ha vivido lo suficiente si no tiene al menos un tatuaje del que arrepentirse

Fernando Fedriani

Viernes, 15 de marzo 2019, 08:02

Hoy es fácil decirlo, darse cuenta de que fue un error. Jamás debí tatuarme el trazado de la LAC en la nalga derecha. Pero tenía mis razones y necesito explicarlas.

En primer lugar, una nochedumbre, neologismo que define a la perfección la actitud de mis colegas, me jaleaba. Y claro, yo me vine arriba. Uno no ha vivido lo suficiente si no tiene al menos un tatuaje del que arrepentirse. Y aquel era mi momento y mi tatuaje, estaba convencido.

Hace años vi en el Museo D'Orsay cómo los parisinos adquirían relojes de sus vías míticas de metro. Sabina compuso una canción (Sol, Gran Vía, Tribunal…) que me permitió escapar de las fauces de otra nochedumbre de Nochevieja. Para todas las ciudades prósperas sus líneas de transporte público son una seña de identidad. ¿Y qué mejor manera de simbolizar el amor que siento por Granada que fijar en mi piel para siempre la flota destinada a cruzarla de cabo a rabo? La LAC era el futuro, espeté, antes de bajarme los pantalones.

Mientras me tendían en la camilla el ingeniero de los colores me preguntó si estaba seguro. En Granada solemos cambiar las líneas de autobús en cada legislatura. Figúrate, me dijo el hombre con su artilugio metálico en la mano, que yo ya no sé ni cómo se llama el bus de mi niñez.

Mi origen me condenó. Mi Sevilla natal es la ciudad en la que todo siempre permanece igual. El trazado del 34, autobús que lleva hasta el Barrio del Betis, también llamado Heliópolis, se mantiene impertérrito desde época romana. ¿Por qué en Granada iba a ser diferente? Al fin y al cabo, con la deuda que la LAC se disponía a dejarnos, ¿cómo podía sospechar yo que mi tatuaje se quedaría obsoleto?

Pero en fin. He cometido muchos errores en mi vida, y aquel fue uno. (Al menos, no me dolió demasiado). Y ahora, tras otro cambio de trazado, me debato entre pedir a otro tatuador que me modifique el diseño o esperar a que se celebren las elecciones por si eso me lleva a tener en la vanguardia la retaguardia. Quién lo sabe.

Lo que sí sé es que para todos los demás mortales los adivinos tienden a leerles el futuro en las líneas de la mano. Quizá, por absurdo que parezca, el futuro de Granada sea la LAC, y esté en mi culo.

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