
La tertulia de las lechuzas
De buenas letras ·
Estoy por redefinir la amistad radicalmente: si no eres amigo para hablar por teléfono hasta el amanecer, eres amigo pero no tantoJosé Vicente Pascual
Miércoles, 30 de octubre 2019, 22:18
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De buenas letras ·
Estoy por redefinir la amistad radicalmente: si no eres amigo para hablar por teléfono hasta el amanecer, eres amigo pero no tantoJosé Vicente Pascual
Miércoles, 30 de octubre 2019, 22:18
Willie Dixon decía que el 'blues' sucede «cuando tu chica te ha abandonado, estás solo en la estación de autobuses, sin un céntimo, y ha ... empezado a llover». De la amistad no dijo nada, pero ya lo digo yo: la amistad es un 'blues' con la posibilidad de una cabina pública, llamar a un amigo a cobro revertido, que una voz cercana te libre de la desesperación y una persona a la que hace mucho que no veías acuda en tu ayuda. Los amigos de verdad son para siempre, informa el saber popular. La evidencia lo confirma: si no es para siempre, no es amistad.
«Es lindo sentirse amigo, porque sabes que nunca va cambiar aunque uno cambie», dejó escrito Juan Carlos Onetti. Es lindo llevar meses sin hablar con un amigo por razones meramente geográficas, que te ponga un mensaje a las dos de la mañana: «¿Puedes hablar un rato?», y que la conversación telefónica se prolongue hasta las cuatro y media. Asunto de la reunión: circunstancias actuales de su vida y la mía, asuntos generales, lo divino y lo humano. De poesía y prosa. Estoy por redefinir la amistad radicalmente: si no eres amigo para hablar por teléfono hasta el amanecer, eres amigo pero no tanto. Pedro López Ávila y un servidor, inventores (creo) de esta técnica algo extrema y desde luego maravillosa de fundir la batería del móvil, estamos pensando en bautizarla con una expresión que me resulta encantadora: La Tertulia de las Lechuzas. La idea es de Pedro, yo barajo: un club de insomnes dispuestos a pasar la noche en digresión facundiosa, protegida por cláusula única: la locuaz amenidad. Hemos sopesado algunos nombres de igualmente conocidos trasnochadores, y estamos en tareas proselitistas. Quién sabe: puede que en unos meses, La Tertulia de las Lechuzas se haya convertido en asamblea de afectos a la noche y acérrimos de la amistad. Total, al ritmo que van los tiempos y con lo que el día tiene que ofrecernos, quizás el amanecer sea territorio más dadivoso y estimulante.
Sentirse amigo es llegar a mi domicilio en París, que el 'gardien' avise con su brusquedad inveterada y en un francés que parece hablado por un alemán cabreado, y me entregue un libro que aguarda en mi casillero. Y dos días después, lo mismo: otro libro. Ambos firmados por Pedro y (ya puestos a dar datos), titulados 'Por los caminos del aire', poemas, y 'Antonio Machado, un hombre bueno', ensayo. Los días se me alegran pero surge la disyuntiva: ¿Dedico una tertulia a la poesía y otra al ensayo, o incluyo ambos temas en la misma sesión? Lo que no admite indecisión es el efecto de cercanía, de apoyo en la ilusión por el mundo que traen los libros. Es bueno que los amigos se acuerden de uno y compartan su entusiasmo por una obra recién publicada. Es indispensable que los libros lleguen como si hubieran caído en la cuenta de que, en mis manos (en las manos del amigo) adquieren pleno sentido: leer hasta el amanecer.
Sí, bien cierto: amigos, distancia, teléfono, libros, días y noches de libros… Todo se confabula en favor de La Tertulia de las Lechuzas. Me regaña mi mujer porque dice que estas vigilias me dejan medio alelado a la mañana siguiente. No le falta razón, pero creo no equivocarme cuando respondo: «Si todos hicieran lo mismo estarían como aletargados, pero todos seríamos lechuzas y el mundo se convertiría en lugar extraordinario, mucho más divertido y auténtico que los amaneceres de gente con muchas horas roncadas y demasiada mala leche bien descansada». Digo yo.
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