Tiempo litúrgico de Adviento
urbano alonso del campo o. p.
Lunes, 9 de diciembre 2019, 00:32
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Lunes, 9 de diciembre 2019, 00:32
Desde que Dios decidió enviar a su Hijo al mundo para que el mundo se salvase por Él, todo se ha vuelto camino. Camino del ... misterio de Dios, al seno de María; camino de Nazaret, a casa de Isabel; camino a Belén, donde nace Jesús; camino de Jesús, que movido por el Espíritu se dirigió a Galilea a «anunciar la Buena Noticia de Dios»; camino especialmente significativo, «el paso del mundo al Padre», como final de trayecto.
El mismo Jesús se presenta como Camino para los discípulos. Por el hecho de serlo, nos convertimos en 'caminantes' del verdadero y único Camino seguro que nos lleva a Dios. En este permanente retorno, que es el ciclo litúrgico, empezamos a recorrer una vez más el Camino del Adviento.
El guía seguro es Jesús. Pero hay otros que han hecho o están andando el mismo camino, y nos pueden ayudar. Nuestra propuesta de este año es hacer el Camino de Adviento iluminados por algunos de ellos. Manteniendo el Evangelio y demás libros de la Biblia como principal 'libro de ruta' del Adviento.
Dios llama a la puerta del Adviento. En el cielo del año litúrgico, la Iglesia «desarrolla de todo el misterio de Cristo». En el Adviento nos preparamos a celebrar el primero de estos misterios: la Navidad. La creación entera pudo contemplarlo como 'Emmanuele' (Dios con nosotros) en su nacimiento. Cada año lo celebramos con gozo en Navidad. Hay otra venida que está anunciada: la venida gloriosa de Cristo al fin de los tiempos. También la tenemos presente durante el Adviento.
El primer objetivo del Adviento lo señalaba San Pablo: «Revestíos de Nuestro Señor Jesucristo» (Rom 13, 14). El segundo: «Prepararnos para la manifestación gloriosa del gran Dios y salvador Jesucristo» (Tim 2, 13).
Esperanza activa y gozosa: «Pronto, muy pronto oirán los oídos las palabras del Libro; sin tinieblas ni oscuridad verán los ojos de los ciegos. Los oprimidos volverán a alegrarse en el Señor» (Is 29, 17). No esperemos a un desconocido. Sabemos quién llama a nuestra puerta en esta Navidad. Quiere entrar para llenar de gozo, de su amor, de su amistad. Es el mismo a quien María 'esperó' con inefable amor de madre. Pongámonos lo mejor de nosotros mismos: nuestra capacidad de creer, de servir, de hacer el bien. «Espera en el Señor, se valiente, ten ánimo, espera en el Señor» (Sl 26, 14).
Conversión pendiente. Durante el Adviento oímos una voz que grita: «Preparad caminos… allanad senderos…, enderezad lo torcido». En una palabra: «¡Convertíos!». El pregonero es Juan Bautista. La conversión completa sigue siendo una tarea pendiente una vez convertidos, limpios, ayudemos a otros a allanar los caminos que llevan a Belén, al encuentro con Dios que se ha hecho niño y nació como nosotros.
María fue la primera contemplativa de la maravilla de Dios manifestado en Jesús: «María guardaba todas estas cosas en su corazón» (Lc 2, 19). Contemplaba a Dios y repetía en silencio: «Hágase ahora y siempre en mí tu palabra».
Contemplar en este tiempo de Adviento es descubrir la ternura de Dios en el rostro de los niños; contemplar es adentrarse en silencio en el misterio de Dios, que hasta ahora parecía que estaba escondido. Contemplar es acoger a Dios en la persona de Jesús, con la sencillez de María. Contemplar es entrar en el gozo «que Dios tiene reservado a los que le aman» (1 Cor 429).
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