Topar

La política española, al fin y al cabo, no es más que una confusión de gallos peleándose de mentirijillas pero a grandes voces, de manera que durante unos días se plantean asuntos acuciantes que exigen una posición clara y que lo definen irremediablemente a uno como fascista o marxista hasta que de pronto, sin que se sepa muy bien cómo, aquello tan urgente se esfuma y adiós muy buenas.

De las luces de los escaparates a la cesta de la compra, luego a los ricos y vaya usted a saber qué será lo próximo. Por el camino, estos debates fulgurantes van dejando molestos residuos verbales como 'topar'. Puede que los políticos se inventen estos palabros para que parezca que nos proponen remedios tan novedosos que exigen furibundos neologismos. Todo es, sin embargo, abrumadoramente viejo. Ya en el año 301, el emperador Diocleciano promulgó el 'Edictum de pretiis', en el que fijaba el precio máximo de 1.300 productos para luchar contra la inflación desbocada en Roma. Aquello le salió muy mal y ahora, casi dos mil años después, nuestra Yolanda acaba de aprender que 'topar', en castellano, significa en realidad «tropezarse con algo».