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Tópicos y libros
La Carrera ·
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La Carrera ·
Es el día en el que todos tenemos la unánime opinión de que hay que leer, de que el libro es un objeto imprescindibleNo le correspondía ayer a mi columna abrir su ventana en el periódico. Pero como todos los santos tienen su octava no me resisto a dedicarla al libro, a la lectura. Ayer, día 23 de abril se celebra mundialmente el día del libro. El 9 ... de febrero de 1926, en su número 40, La Gaceta de Madrid publicaba un Real Decreto en el que en su artículo primero señalaba: «El día 7 de octubre de todos los años se conmemorará la fecha del natalicio del príncipe de las letras españolas Miguel de Cervantes, celebrando una fiesta dedicada al libro español». Dicho decreto lo componían 15 artículos; el decimoquinto anotaba: «La primera fiesta del libro español se celebrará el día 7 de octubre de 1926». Firmaban el decreto, el 6 de febrero de 1926, el rey Alfonso XIII el ministro de Trabajo, Comercio e Industria Eduardo Aunós. Dicha fecha se mantuvo hasta su modificación, producida en 1930 en la que se traslada al 23 de abril, conmemorando la muerte de Miguel de Cervantes. En 1995 el día del libro se convierte en una celebración mundial; propuesto por la Unión Internacional de Editores (UTE). La proposición fue presentada por el gobierno español a la UNESCO. Y en ese 1995, se aprobó proclamar cada 23 de abril como Día Mundial del Libro y del Derecho de Autor. La Unesco explica en su página web que el 23 de abril es 'un día simbólico' para la literatura en todo el mundo «ya que ese día en 1616 fallecieron Cervantes, Shakespeare e Inca Garcilaso de la Vega». Y ahí no acaba la casualidad: «la fecha también coincide con el nacimiento o la muerte de otros autores prominentes como Maurice Druon, Haldor K. Laxness, Vladimir Nabokov, Josep Pla y Manuel Mejía Vallejo», explica la entidad de la ONU. La realidad es que se han aglutinado las fechas para coincidir en la muerte de Cervantes y Shakespeare. Pero no es del todo cierto. Las costumbres y las diferencias en el calendario español y británico, hacen que la coincidencia no sea exacta. Cervantes fue enterrado el 23 de abril de 1616, pero murió el 22. Antes y ahora en España tenemos la costumbre de enterrar al finado al día siguiente de su muerte; antes además se anotaba el día del enterramiento. De William Shakespeare los datos apuntan que murió el 23 de abril de 1616. Pero hasta el año 1582 todo el mundo occidental se regía por el calendario juliano, impuesto por el emperador romano Julio César. Ese año el papa Gregorio XII creó el suyo propio: el gregoriano, que fue rápidamente implantado en países católicos como España, Francia y Portugal. Pero los británicos no implantan el gregoriano hasta 1752. Es decir, que en 1616, cuando murieron los dos escritores, ambos países se regían por calendarios que diferían en 10 días y, el 23 de abril de Reino Unido era, en España (y la gran parte del mundo occidental) el 3 de mayo de 1616.
Anécdotas aparte, lo importante es que coincidiendo con el 23 de abril, a nivel institucional se nos llena la boca con lo importante que es promover la lectura y el libro. Por momentos parece que el libro es un objeto de culto inmarcesible. Es el día en el que todos tenemos la unánime opinión de que hay que leer, de que en la escuela la lectura debe de estar presente de un modo exclusivo y preciso, de que el libro es ese objeto imprescindible para acompañarnos en las alegrías y en las penas de nuestro día a día. Los noticiarios de televisión dedican algún que otro minuto para reseñar esta festividad, y su repercusión en las calles. Los personajes públicos este día se revisten de solemnidad cultural y libresca. Pero, sin embargo, son las instituciones en general, los representantes públicos, quienes en muchos casos siguen consintiendo que la sociedad se aborregue en torno a la televisión del chisporroteo mugriento, y las redes sociales. Precisamente son esas voces públicas las que en general cada vez más bajan su nivel cultural, y se expresan cada vez más procaz y zafiamente. Y el resto del año no da señales, enarbolando el libro y sus significados, frente a la vorágine de las verdades deglutidas. Ojalá dejáramos los tópicos y diéramos un giro profundo, sintiendo las certezas de lo que verdaderamente merece la pena... Sí, como pasa con la lectura. El libro nos llama a la reflexión personal, al encuentro con nosotros mismos y con los demás. Pero ¿dónde está esa ejemplaridad que necesitamos para de verdad salir de la banalidad más rutilante, inane, en la que vivimos? Es tiempo de tomar el timón de una nave que medio esté arbolada.
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