Triunfos perdidos
EL FRUTO DE LA EMPANADA ·
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EL FRUTO DE LA EMPANADA ·
Hace poco que falleció la inmortal Doris Day, y un servidor ha decidido imitarlaHace poco que falleció la inmortal Doris Day, y un servidor ha decidido imitarla. No en su 'palmatoria', sino en preguntarme aquello de «¡Qué será, será!». Qué será, será, del nuevo Consistorio. Y qué será de nosotros ahora que en breve recibiremos el premio por ... participar en estas últimas 'fiestas de la democracia'; donde, no le quepa la menor duda, la factura del champán, los matasuegras y hasta los panchitos van a salir de nuestro bolsillo (cueva abandonada donde el centimillo y las bolanganas han hecho residencia) en forma de traicioneros impuestos.
No existe ningún tratado de antropología que verse sobre los subgéneros humanos, y es una pena, porque en especial me interesaría uno que aludiese al llamado 'cabeza de adoquín' en la modalidad de tener razón aunque los hechos demuestren lo contrario.
Desde que Caín convenció hábilmente a su hermano, el género humano no ha parado de querer llevar razón en todo: YO contra el Universo, y más allá si hace falta. Pero, ¿de dónde nace esta manía de poseer la verdad absoluta por encima de las opiniones ajenas? Supongo que, antes del impulsivo Caín, un mono dio un golpe con una sota de bastos en un árbol, y otro que pasaba por allí se puso celoso y pegó dos leñazos, y así nacieron los dos bloques ideológicos. Lo reconozco, este argumento está poco pulido, pero refleja el agreste mundillo político, donde argumentar desde la asepsia de los hechos es un vano esfuerzo, porque se impone la cabezonería y el no saber perder. La obtusa ambición por ganar y la escasa tolerancia a la derrota son características de la política actual. A casi nadie parece preocuparle que lo importante en política no sea la victoria o la derrota, sino hacer cosas ya sea en el Gobierno o en la oposición. Muchas veces, los políticos pelean y lo de menos el motivo; lo importante es ganar, porque ganar es ganar (un sesudo discernimiento). Lo que aún no ha quedado claro para algunos es que no se puede ganar siempre, para siempre.
Las desventajas de ganar son interminables. Si no, observen cómo se le ha borrado la sonrisa a Pedro Sánchez desde que ha conseguido lo que quería. Para ganar de verdad, con elegancia, se necesita poner en práctica la filosofía de Paul Newman, que consideraba que para ello se necesitan un par de huevos y una cabeza lúcida, pero añadiendo que a la mayoría de los que quieren ganar les sobran huevos pero les falta inteligencia.
El alcalde Paco Cuenca ha sabido jugar con elegancia el partido y, se quede como alcalde o no (el 'match point' lo decide Luis Salvador), ha hecho algo aún más importante que ganar: aceptar que puede salir derrotado aun habiendo ganado.
Paul Newman estaría contento.
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