
Troyanas: viudas en el bombo de la lotería
Viernes, 28 de marzo 2025, 19:06
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Viernes, 28 de marzo 2025, 19:06
Fiel a su cita anual con el Día Mundial del Teatro, la Compañía Corral del Carbón ha ocupado el escenario de nuestro Teatro Municipal. Su ... mirada hodierna otea lo antaño, que por brillar clásico es tan actual como eterno. Me refiero a 'Las Troyanas', la tragedia de Eurípides que cuenta la lotería a la que se vieron vejadas las viudas de Troya, por parte de los griegos, sus vencedores.
José Guerrero ha enfatizado el cariz femenino; las mujeres sufren y lo manifiestan. Acierta de lleno en el vestuario de ellas, arropando al coro doliente con telas blancas, casi como sudarios, y marcando con color al trío de protagonistas: negro para la mayor de las viudas, azul para la madre a la que le matarán el hijo, premonición de un tema eterno, y rojo para la griega adúltera, pretexto para el asedio. No así en los hombres, son sus uniformes feos, pistolas imitadas y condecoraciones minúsculas. A mí no me gusta que los clásicos me los trasponga el director al ambiente que se le ocurra. Mejor dejar libertad a cada espectador para asemejar lo escrito por el genio a donde cada uno desee, que hay mucho, ya sea Roma, la Edad Media, el Oeste americano, los nazis o la actualidad.
El dolor y la queja siempre serpentea por la escena. Gimen todo el rato las que van a ser sorteadas. Aunque ese coro griego carece de una coreografía precisa ni de una música acorde, abrazándose con la libertad de la ocurrencia.
Enriquecen la función los monólogos más que las diatribas. El mensajero: perfecto. Paco de Paula y su emotivo estrambote: necesario. Y las dos protagonistas, que vomitan su dolor, gritan su desgarro, nos salpican con su verdad. No hay resquicio para los matices entre su querencia por la sobreactuación, que nunca le viene mal a una tragedia con dioses incluidos.
Esta estupidez humana llamada guerra nunca tendrá vencedores inocentes ni vencidos para siempre. Eurípides, viejo maestro, nos enseña la única razón frente a tanta sinrazón: que Troya sólo sea una. Que se apaguen sus ecos y añagazas, ahora a ambos lados del Atlántico, y que cesen sus remedos e imitaciones por todo el mundo. Los vencidos a curar sus mordimientos y los vencedores a disimular sus remordimientos.
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