La primera visita del presidente Joe Biden a Europa ha dejado claro que la única relación especial que tiene Washington en nuestros días es con Berlín. Alemania es el 'hegemon reacio' del continente, en expresión feliz de 'The Economist', y Estados Unidos como es lógico ... le da un trato preferencial sobre el resto de socios europeos. Esto no significa que haya sintonía plena en todos los asuntos globales –China, Rusia, la regulación de las Big Tech…–, pero sí un deseo de concertación y trabajo conjunto con el mejor aliado europeo. Además, Joe Biden admira profundamente a Angela Merkel. La canciller es vista al otro lado del Atlántico como un factor de estabilidad, una mano firme en el timón del barco, siempre dispuesta a gestionar una crisis tras otra con su peculiar combinación de cautela, razonamiento científico y determinación. Se ha convertido en una líder dispuesta a dar la batalla contra el populismo y de ser la alternativa tranquila a la profusión de hombres fuertes que entienden la política como una cuestión de testosterona. En el homenaje implícito a Merkel estos días por parte del presidente norteamericano, hay algo también de despedida, ante su salida de la política alemana y europea tras las elecciones de septiembre.
Publicidad
El éxito en la gestión del poder se mide analizando cómo uno es capaz de dejarlo, de qué modo finaliza su actuación y si es capaz de prever y organizar bien la sucesión. La canciller hizo una primera apuesta con su discípula Annegret Kramp-Karrenbauer (AKK), que no supo unir a la CDU y renovarla. No era una tarea fácil después de tantos años en el gobierno federal y la fragmentación y radicalización de la política alemana. Con la llegada de la pandemia, Merkel volvió a tener un enorme protagonismo. Quince meses después, con aciertos y fallos, ha logrado superar la crisis y fortalecer el gobierno económico europeo. También ha aprovechado sus últimos compases para encumbrar a otro seguidor, Armin Laschet, primer ministro de Renania del Norte-Westfalia, al puesto de candidato a canciller. La elección de un político moderado, provinciano y predecible, frente a otros candidatos más briosos y cercanos a la política espectáculo parece una jugada arriesgada. Pero la canciller no sería ella misma si no aspirase a pasar el testigo a alguien que defienda su legado de seriedad en la gestión y europeísmo. Es aún pronto para saber si lo conseguirá. El partido verde, por delante de la CDU durante semanas en las encuestas, empieza a perder fuelle. Mientras tanto, Merkel mantiene sus horarios interminables de trabajo en su último verano como canciller.
Suscríbete durante los 3 primeros meses por 1 €
¿Ya eres suscriptor? Inicia sesión
Te puede interesar
Publicidad
Utilizamos “cookies” propias y de terceros para elaborar información estadística y mostrarle publicidad, contenidos y servicios personalizados a través del análisis de su navegación.
Si continúa navegando acepta su uso. ¿Permites el uso de tus datos privados de navegación en este sitio web?. Más información y cambio de configuración.