Una niña lee en el suelo e imagina. FOTOLIA

En el umbral del tiempo

DONDE AGITAN LAS PALABRAS ·

En estos tiempos adentellados, marcados por una crisis de valores, que buscan ansiosamente la eficiencia, necesitamos avivar la necesidad de lo improductivo

Alfredo Ybarra

ANDÚJAR

Martes, 27 de diciembre 2022, 20:52

Se desvanecen estos últimos días entre las manos, entre el corazón y la razón, entre la luz y la niebla de la vida, entre este fulgor festivo, tan denso como evanescente, que ahora nos empapa. Se desvanece el año y tantas perplejidades y tantas vivencias: ... unas como un puñal de hielo nos hirieron más allá de las entrañas, algunas fueron esplendor de breve lumbre, otras nos rehicieron el alma. Muchas de aquellas promesas y deseos que hicimos en el comienzo de este, ya enjuto, año, no sostienen sus juramentos, han perdido la memoria y la voluntad. Y tenemos prisa por partir a tiempo y abrir la nueva hoja del calendario, donde echar a volar los nuevos buenos propósitos, encender otras luces diferentes, conquistar la utopía, y hacer, con renovada unción y arrebatado brío, de nuestra sementera y del celeste otero, un territorio sagrado y accesible.

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Es el anual desafío de nuestra conciencia por sentir que la vida no es una partida con las cartas marcadas, sino una vehemente voluntad de certezas en medio del albur. Lo que somos, lo que nos ocurre y lo poco que alcanzamos a realizar dependen de la intersección de múltiples causas imprevisibles. Y siento en este final de año, ante este mundo tan desnortado, que lo que vale la pena es, según la lógica imperante, lo infructuoso. Leonard Cohen escribió: «Toca las campanas que aún puedan sonar, olvida tu ofrenda perfecta. Hay una grieta en todo, así es como entra la luz». El filósofo Nuccio Ordine, en su libro 'La utilidad de lo inútil' (Acantilado, 2013), nos recuerda lo importante que es que defendamos en los diferentes ámbitos sociales el afán de saber y de indagar sin objetivo inmediato práctico, en el que tradicionalmente se ha basado nuestra 'dignitas hominis', la dignidad que únicamente nos proporciona la cultura.

Nuccio Ordine pone el acento en la idea de utilidad de aquellos saberes cuyo valor esencial es del todo ajeno a cualquier finalidad utilitarista, algo que la gran mayoría de intelectuales actuales silencia por desencantada indolencia. El autor aboga, apoyado en las citas de una amplísima nómina de escritores de todos los tiempos, por aquellos otros discernimientos que nos hacen moral y espiritualmente mejores y más felices, aunque no contribuyan a aumentar nuestras condiciones materiales de vida. Nos recuerda que estamos viviendo en «el invierno de la conciencia».

En estos tiempos adentellados, marcados por una crisis de valores, que buscan ansiosamente la eficiencia, los resultados materiales, el posicionamiento maniqueo, y el adocenamiento y la pusilanimidad de las personas, ninguneando al individuo en su mismidad, necesitamos avivar la necesidad de lo improductivo.

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La literatura y las ideas son tanto más fecundas cuanto más insustanciales parecen. Es su propia gratuidad la que da importancia a nuestra existencia. Montaigne nos recuerda que «es el gozar, no el poseer, lo que nos hace felices». Necesitamos reivindicar los pasos perdidos, asomarnos al misterio, mirar y oler la lluvia; abrazar la soledad, tan viva y plena; escuchar el mágico momento eterno del canto de un petirrojo.

Necesitamos titubear, y la incertidumbre, y el deambular sin rumbo en el quicio del crepúsculo; llenar el abismo de ecos temblorosos, descubrir el brillo insospechado de la hondura y los fascinantes reflejos de la búsqueda; entrever nuestra maravillosa inutilidad mientras se desvanecen los últimos días del año y esperamos en el umbral un nuevo tiempo.

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