Verano y AVE
PUERTA REAL ·
Granada nunca se ha llevado bien con las obras públicas, pero esta semana toca saludar con más fe que esperanza la llegada de la alta velocidad, porque 'veinte años no es nada'Secciones
Servicios
Destacamos
Edición
PUERTA REAL ·
Granada nunca se ha llevado bien con las obras públicas, pero esta semana toca saludar con más fe que esperanza la llegada de la alta velocidad, porque 'veinte años no es nada'El vuelo nervioso de los vencejos pronosticaba ayer que ya ha llegado la primera ola de calor del verano recién estrenado. Ni los cohetes de las procesiones ni el trueno gordo los pone tan nerviosos como esta visita tórrida, que les hace cambiar su recto ... planear por acrobacias circenses en busca de corrientes de aire más frescas. Hay que volver a observar las evoluciones de los pájaros o interpretar los signos de la naturaleza para adivinar qué nos espera, para saber cuándo van a llegar los días nefastos y cuándo los momentos más oportunos para acometer empresas. Volvemos a la astrología hermética, a las conjunciones celestes, a la transmutación de los espíritus, para averiguar por dónde van a caminar los destinos de Granada que se debaten en un magma difuso como el que rodeaba a Oscar Wilde cuando escribió que «todos estamos en el fango, pero algunos miramos hacia las estrellas». De momento no sabemos los nombres de los privilegiados que miran a las estrellas desde el fango, solo sabemos que llega el AVE. Con casi treinta años de retraso frente a Sevilla, pero llega. Con menos velocidad y más distancia hasta Madrid que el que sale de la sevillana estación de Santa Justa, pero llega.
Desde la noche de los tiempos Granada no se ha llevado demasiado bien con las obras públicas. Todavía tenemos en la memoria la cantidad de trabajos de contención, rectificaciones de trazado y remiendos de todo tipo que hubo que hacer en la A-92 desde el momento de su inauguración hasta fechas recientes... y todavía siguen los badenes como una calamidad permanente que hay que sobrellevar con la mansedumbre del bíblico Job. En cuanto al AVE, para qué remover todo el cúmulo de retrasos y dislates que rodean su ejecución. Se empeñaron en que el trazado fuera hacia Antequera «para aprovechar -dijo un listillo- el trazado antiguo», cuando todo el mundo sabía que aquella vía serpenteaba más que la cobra que le hizo David Bisbal a Chenoa. Bueno, pues aquella decisión consiguió el inefable milagro de que Granada esté ahora casi cien kilómetros más lejos de Madrid por vía férrea. Hace un par de semanas, este periódico publicó un reportaje de Amanda Martínez sobre la llegada en el siglo XIX del primer tren a nuestra ciudad y señalaba las dificultades que hubo que vencer para trazar este ramal, que el listillo de turno quiso aprovechar como base del nuevo AVE. En 1865 ya se podía viajar en tren desde Granada a Loja, pero se tardaron nueve años en completar el trazado hasta Antequera. Si aquello fue una eternidad, qué podemos decir de los veinte que han pasado desde que se comenzó a hablar del tren de alta velocidad que nos iba a meter en el siglo XXI. Vamos con dos décadas de retraso, pero Granada, la eterna novia recostada en su nube y su sierra, le aguanta a Fomento y sus ministros todos los desaires. Ya dijo el tango que «veinte años no es nada».
De aquel primer tren que no acababa de llegar nunca hay una descripción muy divertida en el libro que Edmundo de Amicis escribió sobre España. Vino con Amadeo de Saboya como corresponsal de un periódico italiano para contar a sus paisanos cómo era el país que Serrano, Prim y Topete le habían regalado a su príncipe, después de echar del trono a Isabel II. Cuenta De Amicis que los viajeros tenían que apearse y cruzar un puente andando para que el sobrepeso no resquebrajara su estructura, que en las cantinas donde paraba el convoy era imposible acercarse al mostrador antes de que el tren se pusiera de nuevo en marcha y que en la estación de Salinas tuvo que bajarse para continuar el viaje en la diligencia 'Imperial Granada' hasta Loja. Había partido de Málaga a media mañana y llego a Granada bien entrada la noche. La aventura es muy entretenida, pero demasiado larga para contarla aquí completa, aunque es un testimonio inestimable para saber que esta vía ya apuntaba maneras. Vamos, que de aquellos polvos tenían que venir estos lodos... o estos fangos, si queremos seguir hablando de Wilde, el escritor irlandés que siempre está a mano para ofrecernos una frase brillante u oportuna.
Pero estábamos en que ya tenemos AVE y punto. Lo que no tengo claro es si con esto acabarán las protestas de la marea amarilla o si sus promotores van a seguir manifestándose hasta que el soterramiento en Granada y el paso por Loja se hayan completado con las obras prometidas y sean una gozosa realidad, porque en este caso vamos a tener camisetas gualdas para rato adornando la Gran Vía, 'manifestódromo' granadino por excelencia.
Decía más arriba que las obras públicas y Granada nunca han formado una pareja feliz. ¿Quién no recuerda aquella 'carretera de la muerte' que nos llevaba hacia Jaén y que llegó a ostentar el título de la más peligrosa del país, hasta que por fin se inauguró la A-44? ¿Y cuántos años fueron cayéndose de los calendarios sin que esa autovía llegara a la Costa, o cuántos más hasta que se terminó el trazado de la autovía del Mediterráneo? Siempre le han echado la culpa a la orografía y nunca a la incompetencia o la dejadez, pero la tozuda realidad es que nunca hemos salido de la cola. En fin, hoy toca aparcar en una esquina la malafollá congénita o adquirida y mirar en positivo hacia el miércoles porque, aunque bastante alicorto, llega por fin el AVE. Que sea para bien.
¿Ya eres suscriptor/a? Inicia sesión
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
España vuelve a tener un Mundial de fútbol que será el torneo más global de la historia
Isaac Asenjo y Álex Sánchez
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.