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Sí a la verdad, no a la memoria histórica
Marcial Vázquez
Jueves, 28 de marzo 2019, 23:55
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Marcial Vázquez
Jueves, 28 de marzo 2019, 23:55
En política siempre se pierde antes el sentido del ridículo que el de la vergüenza, pero generalmente ambos van de la mano. Por esto mismo, ... si el principal motivo para no votar al PSOE se llama Pedro Sánchez, el segundo se apellida Carmen Calvo. Es imposible imaginar un dúo más dañino para la democracia y para la verdad que el de estos dos personajes. Veamos, si no, hace unos cuantos días cuando la vicepresidenta de Cabra tuvo la osadía de decir lo siguiente: «Después de 40 años de vivir de manera profunda la democracia, de pluralismo político, de valores constitucionales, de tener a nuestro país entre una de las mejores democracia del mundo, algunos deciden reabrir historias que estaban cerradas y ya debatidas». Lo dijo, además, sin ruborizarse ni una célula epitelial de su cara la principal representante de un gobierno que ha utilizado la figura de Franco y el discurso guerracivilista como ningún otro, porque el proyecto sanchista de poder ha sido: disfrute absoluto de él- sin límites ni apenas frenos democráticos- y Franco para la sobremesa y la Sexta noche. No otro es el plan de Pedro y su Rasputín que tienen la suerte de estar haciendo en precampaña electoral lo mismo que los últimos meses: nada, pero pagado con dinero público clientelar.
El recurso al pasado y a los agravios de la historia es ya un clásico entre los gobernantes populistas que vienen a mejorar nuestro futuro sin tener más fórmulas que enredarnos en nuestro pasado. El truco del revisionismo es tan útil como el del victimismo o el negocio de las minorías, porque mientras nos dedicamos a reescribir la historia, podemos evitar la responsabilidad de escribir las nuevas páginas de nuestro tiempo. Que López Obrador aparezca exigiendo a Felipe VI un perdón en nombre de España por haberlos conquistado y colonizado es algo tan grotesco que solo se explica si comprendemos la situación actual de México: un país absolutamente inmerso en un estado cuasi criminal, profundamente corrupto, sin un futuro de esperanza y dispuesto a no mirarse al espejo con tal de seguir culpando a los españoles del legado que les dejamos, por el cual no han podido aún sacar cabeza. Otra cosa distinta es el ejercicio de autodestrucción insuperable de Podemos cuando se tiran de cabeza a esa piscina populista y aseguran que es necesario crear una especie de figura institucional que vaya pidiendo perdón por toda Latinoamérica en nombre de los Reyes Católicos y sus descendientes. No hay que olvidar que cada 12 de octubre, desde que sufrimos esa desgracia política conocida como 15M, aparecen criaturas populistas estilo Colau para denunciar el «genocidio» cometido por los españoles que llegaron con Colón y tras él. En el fondo, solo son pobres ignorantes y analfabetos que desconocen la verdad de la historia y solo aspiran a imponer su «memoria histórica» dentro de sus prejuicios e intereses, que en el caso que nos ocupa es el odio a España.
Lo curioso es que nos ha parecido tan profundamente ridículo la petición de López Obrador a la vez que asistimos y vamos a premiar en las urnas con una victoria clara a un partido que ha hecho de la manipulación y el recurso al pasado reciente una de sus principales señas de identidad. Es cierto que con Zapatero ya se abrió ese camino de revisionismo camuflado tras las buenas intenciones de reparación a las víctimas de la Guerra Civil y de la dictadura, siempre que fuesen republicanas, claro está. Podría aceptarse esta idea de justicia democrática si no fuera porque se basaba en esa gran mentira de que España es el país con más fosas comunes sin identificar después de Camboya. Un dato solo verificado por un informe de la ONU y que es absolutamente ilógico si tenemos en cuenta las limpiezas políticas de algunos países comunistas como la China de Mao.
Aquí tenemos, en definitiva, un ejemplo insuperable de algo necesario y obligado desde el punto de vista de dignidad histórica y elemental humanidad- el recuperar los restos de antepasados que puedan buscar sus familiares- y el uso sin escrúpulos por parte de muchos republicanos trasnochados para lograr su gran propósito que es reescribir la memoria histórica por encima de la verdad histórica, ganado así por fin después de 80 años la guerra a Franco.
Un historiador que sea serio y honesto sabrá que la II república distaba profundamente de ser una democracia ejemplar, y que sin la Guerra Civil, España se habría convertido o bien en una granja nazi durante la II Guerra Mundial o un koljoz soviético. Habríamos tenido la suerte, eso sí, de que tras liberarnos los soldados americanos, el Plan Marshall habría rehecho lo que hubiese quedado de nuestro país. Lo mismo pasa con México: ahora quieren que pidamos perdón por haber colonizado a una sociedad que era tan profundamente primitiva que aún realizaba sacrificios humanos para sus dioses. Aquellos que solo buscan mitificar y reescribir el pasado lo hacen para que borremos de nuestra reciente memoria la no historia tan mediocre que están en tiempo real protagonizando ellos.
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