El veredicto de los votantes, el riesgo para un alcalde
ERNESTO MEDINA RINCÓN Y ANTONIO AGUDO MARTÍN
Jaén
Sábado, 20 de noviembre 2021, 16:15
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ERNESTO MEDINA RINCÓN Y ANTONIO AGUDO MARTÍN
Jaén
Sábado, 20 de noviembre 2021, 16:15
Ernesto Medina Rincón
Tengo para mí que el único momento en que la vida de un minero del carbón no estaba en juego era cuando Antonio Molina pregonaba su oficio entre coplas y tarantas. Una explosión de grisú, la falta de oxígeno o el desprendimiento del entibado en ... una galería se llevaba por delante un puñado de trabajadores. Los supervivientes, jubilados prematuros con los pulmones destrozados, esperaban resignados la barrena final de la silicosis.
Podría seguir enumerando otros oficios de riesgo: pescadores en Gran Sol, obreros en plataformas petrolíferas, reportero de guerra o bombero en Fukushima. Albañiles. Policías. Soldados. Me cuesta trabajo meter a los alcaldes en este saco de arriesgados trabajadores. Es indudable que muchos alcaldes y concejales se la jugaban cotidianamente en el País Vasco durante los años de plomo de ETA. Murieron bastantes. Afortunadamente desde entonces los peligros de un alcalde es que te la metan doblada, con o sin consentimiento, en una contrata y te pille en el desfalco la Guardia Civil. Los bandos de la Alcaldía no llevan adosados bombas lapa como para que peligre la vida del artista. Ni siquiera el endeudamiento secular del Ayuntamiento de Jaén trastorna la salud de los ediles.
No obstante, al alcalde de Navas de San Juan le han dado un buen susto. Claro. Porque hijos de puta y descerebrados ha habido y habrá mientras el mundo sea el mundo. Aquí el compadre Agudo las pasó putas mientras cubría las huelgas de Santana en Linares. Yo mismo, en menor medida, he sufrido insultos y amenazas de algún padre embriagado por el alcohol y la falta de inteligencia. A este carro de peligros circunstanciales se agregan veloces los médicos, celadores y enfermeros de ambulatorios y hospitales; los funcionarios de prisiones, los taxistas que cubren la noche y los farmacéuticos de guardia.
La vida en España discurre en una paz más que razonable. Quizá por esa tranquilidad que habitamos sorprende y trasciende la judiada –sin tintes políticos– perpetrada contra el alcalde de Navas de San Juan, que ha recibido una solidaridad generalizada. Como debe ser. Cuando tornen las aguas a su cauce tras esta tormenta de noviembre el alcalde se dedicará con afán en la procura del bienestar para sus conciudadanos. Entonces reparemos en que profesión de riesgo es que las familias lleguen a final de mes, y hasta se tomen una cerveza el sábado por la noche, con los mil euros de la paga.
Antonio Agudo Martín
Creo que en todo este asunto, muy desgraciado y condenable, de Navas de San Juan se ha puesto de manifiesto la postura, a lo Conde de Lucanor, de no pocos políticos que aprovechan estos sucesos para hacerse las víctimas mientras las bofetadas, en esta caso un contenedor ardiendo contra una casa, se las llevan otros. Resulta que aún no se habían apagado las brasas del incendio cuando empezaron a rasgarse las vestiduras en las redes sociales: la democracia está en peligro, la extrema derecha va a por nosotros, son ataques fascistas… y así una larga retahíla de mensajes y eslóganes para seguir calentando los ánimos y alimen- tando la división, en la que algunos están muy cómodos nadando como pez en su charca. Pero salvo sorpresa mayúscula lo de Navas de San Juan fue un asunto de cinco jóvenes que se pasaron de largo todas las rayas y a punto, menos mal que no fue así, pudo desembocar en una tragedia.
No. Ser alcalde no es un oficio de riesgo o de peligro. Es un trabajo en el que las acciones y decisiones que se adopten pueden y deben ser juzgadas, analizadas y evaluadas por los vecinos cada cuatro años en las elecciones. A todos nos piden responsabilidades en el curro, los alcaldes y concejales no van a ser menos y por ello se someten a las urnas. Ser cargo público no tiene un plus de peligrosidad y por eso me quedo con la imagen de unidad y respeto que hubo en la concentración de apoyo a Joaquín Requena, el alcalde de Navas, en el que desaparecieron los colores y las ideologías en el consenso de que la violencia va contra todos y nuestra convivencia. Ya hemos sufrido demasiados episodios de intolerancia y odio al adversario. Por eso mismo deben ser los mismos partidos políticos los que, en lugar de arengar a sus propios contra el adversario, convertido en enemigo, practiquen el respeto y la tolerancia de las pluralidades y no conviertan episodios, tan ruines y execrables como el de Navas de San Juan, en oportunidades para arremeter contra los otros.
No, ser alcalde no es un oficio de riesgo, pero cuando uno es atacado, como en este caso, sí se puede convertir en un altavoz que resuene en todos los territorios. Que ese clamor de condena por tan abyecto comportamiento de cinco descerebrados, no sea usado para azuzar a otros inconscientes.
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