A Verónica
HUESOS DE ACEITUNA ·
JOSÉ LUIS GONZÁLEZ
Sábado, 1 de junio 2019, 00:55
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HUESOS DE ACEITUNA ·
JOSÉ LUIS GONZÁLEZ
Sábado, 1 de junio 2019, 00:55
El tema que iba a abordar esta semana puede esperar siete días más. Mientras elaboraba la pieza -la tenía ya casi finiquitada- leí la noticia del suicidio de Verónica Rubio, una chica de 32 años, trabajadora de Iveco, que previamente fue víctima de un flagrante ... atentado contra su intimidad. Éste se concretaba en un vídeo de carácter sexual que ella protagonizaba y que fue visto por la práctica totalidad de los trabajadores de su empresa, una vez que se compartió masivamente mediante una aplicación de mensajería instantánea. También llegó al móvil de su marido. De no haberse producido el dramático final, esta noticia habría ocupado, como mucho, unas líneas en las páginas interiores de cualquier periódico. Su repercusión habría sido testimonial. Pero Verónica se ahorcó, y esa decisión llevó su tragedia a las portadas.
Quienes leen esta columna semanal conocen mis reparos con respecto al material que se comparte en las redes sociales. Todo bicho viviente con una inteligencia escasamente superior a la de un simio tiene a su alcance fabricarse un perfil y volcar ahí sus cuitas. Lo mejor y lo peor del ser humano tiene cabida en esa corrala -como la define un amigo- sin que la ética o la moral intrínsecas a la verdadera naturaleza de un Estado moderno, laico, social y democrático de Derecho supongan verdaderos límites. La mentira, la zafiedad, la xenofobia, el racismo, el machismo o la homofobia cohabitan y se retroalimentan en ese medio en el que todo parece caber. Bueno, todo no, en Facebook es posible dinamitar el buen nombre de una persona o elevar a los altares a un fascista pero, por ejemplo, están prohibidos los pechos de 'La libertad guiando al pueblo', pintados por Delacroix hace casi 200 años.
Claro, el nivel lo marcan señores como el ex matador Fran Rivera Ordóñez, más conocido ya por sus salidas de pata de banco -más casposas que otra cosa- que por las orejas y los rabos cortados. Para el tema que nos ocupa no se le ocurrió otra reflexión que la vertida en el programa mañanero de Susana Griso, donde afirmó que «los hombres no somos capaces de tener un vídeo así y no enseñarlo». Es evidente que, si los hombres «somos» así, las mujeres deben abstenerse de grabarse en privado como les salga de sus ovarios. Porque siempre puede haber uno de nosotros al acecho para difundir su intimidad. Semejante gil..., perdón, imbecilidad, junto al hecho de que las listas de la extrema derecha para los sucesivos procesos electorales estuviesen trufadas de toreros, confirma una teoría mía que hoy no toca reproducir aquí.
Pero lo preocupante no es la opinión particular del torero metido a tertuliano -¡cómo está la tele!-, es la creciente cantidad de personas a las que no les chirrían determinadas acciones o comentarios. Recordemos que casi el 80% de los compañeros y compañeras -sí, también compañeras- de Verónica compartieron el vídeo. Aparentemente, no sintieron el más mínimo atisbo de aflicción en ese acto que ahora, a buen seguro, les resulta bochornoso. Tuvo que mediar un suicidio para que fueran verdade- ramente conscientes de su vileza. Es por ello que resulta tan odiosa la 'retartalilla' que estos días vengo leyendo y escuchando en varios medios de comunicación, y que dice más o menos así: «Niñas, no os grabéis en vídeo, y mucho menos compartáis ese contenido». Habría que inferir en primer lugar que Verónica contaba 32 años, es decir, había traspasado ampliamente las barreras de la pubertad y la adolescencia. Podía hacer de su capa un sayo con perfecta consciencia de lo que hacía. Y, en segundo lugar, podríamos hacernos todos y todas una pregunta: ¿se está intentando justificar, como hizo Fran Rivera, una acción delictiva y cruel en base a la 'dudosa' moral de un acto libre y consciente?
¡Ay, el sexo! Nos negamos -sí, nos negamos, sin paños calientes- a que se imparta educación sexual desde la edad temprana y de un modo reglado en los colegios. Permitimos -sí, permitimos- que los y las púberes tengan su primer contacto con la sexualidad a través de la pornografía. Y, después, nos echamos las manos a la cabeza con hechos tan lamentables como este, en el que los sujetos activos son personas en principio ajenas al delito -el personal de Iveco-; o como el protagonizado por 'La Manada', compuesta por delincuentes comunes. Para los que nos ponemos dignos y pedimos cárcel, en un caso, y la cadena perpetua, en el otro. Quizás sea la sociedad en su conjunto la que merezca estar entre rejas. O solo nosotros, los hombres, ¿verdad, Fran?.
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