Quién me mandaría a mi preguntar a tía Gertrudis por Joaquín Leguina. Era como si ella estuviera esperando la ocasión para contar algo sobre quien fuera primer presidente de la Comunidad de Madrid, cargo que ocupó durante doce años, de 1983 a 1995. Resulta que ... ambos, ella y Leguina, son casi de la misma quinta, prácticamente coetáneos que compartieron anhelos de progreso en aquella España que despertaba a la democracia.
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Como iba diciendo, me comentó ayer tía Gertrudis que, en los años de la transición y primeros pasos del nuevo período de nuestra historia constitucional, ella estuvo viviendo en la capital durante largas temporadas, y por casualidades del destino tuvo la oportunidad de asistir a la toma de posesión de Joaquín Leguina en la antigua sede de la Diputación Provincial (Palacio de Borghetto), cuando el socialista fue investido presidente madrileño en junio de 1983. Al parecer se cayeron bien y, aunque la tita nunca tuvo carné del partido, siguió con interés el 'cursus honorum' de Leguina, desde la moción de censura que superó en 1989 hasta las turbulencias de los 90, en que supo solventar las filípicas entre 'renovadores' y 'guerristas'.
Para la tita aquellos años fueron de avance pues tipos como Leguina mostraban que dentro del partido se podía ser un espíritu libre. Y quizá por eso ahora lo ha expulsado el sanchismo que medra en las cenizas de aquel partido que fue de progreso, que antes de la diarrea legislativa en favor de Bildu, de los separatistas, sediciosos y malversadores, pactaba con las fuerzas constitucionalistas. Pero ha cambiado el cuento. Ahora se expulsa a históricos como Leguina o Nicolás Redondo, y se extiende la purga a octogenarios para que cunda el aviso entre quienes no rindan pleitesía o sean contrarios al culto a la personalidad impuesto por el doctorcito.
Tía Gertrudis tiene claro que Leguina encarna justo lo opuesto a quien hoy manda. Para empezar Joaquín no hizo una tesis de corta y pega; él es doctor en económicas por la Complutense y en demografía por la Sorbona, fue estudiante lustroso que antes de tocar pelo político ganó unas oposiciones y se hizo funcionario del cuerpo estatal de estadística. Ah, y fue militante antifranquista cuando Franco coleaba, que era cuando tenía mérito, no cuando ya no es ni mojama.
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Ya que hablas de proscritos –apostillé a la tita–, esto de Leguina da escalofrío. Emplearse con esa furia tan testicular y ridícula contra un abuelete que ha sido el único presidente socialista en la Comunidad de Madrid, da qué pensar y habla de la catadura de los actuales archipámpanos del partido. Lástima que un socialista libre, un viejo roquero como Leguina, no tenga sitio hoy en su partido. Pero –añadió ella- los viejos roqueros siempre se la juegan y no bailan al son de la voz de su amo, no hacen el avestruz ante la actual deriva, ni se esconden ante este orfeón populista que nos desgobierna con una obsesión única: mantenerse en el poder.
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