Según el periódico ABC, que ha recogido varios testimonios de padres que se han sentidos maltratados y agredidos por sus hijos e escalofriante, este tipo de violencia también llamada filio-parental ha existido, existe y existirá y eso quizás sea complicado de entender pero tenemos ... que saber que no todas los maltratos tienen el mismo patrón; deberíamos averiguar el por qué de esos conflictos entre padres e hijos, aunque la sociedad no ayuda mucho en este sentido.
Según la memoria de la Fiscalía General del Estado, cada año se abren en España más de 4.000 expedientes a jóvenes por violencia fili-parental. Una cifra que no dejó de crecer hasta el año pasado, cuando fueron 4.699 frente a los 5.055 de los doce meses anteriores.
Nos preguntamos cómo comienzan y cómo podemos darnos cuenta de que es un maltrato. Según los expertos, la agresividad comienza con golpes contra las cosas acompañados de insultos gritos por algo que apenas tiene importancia o sentido. Estamos hablando de adolescentes con una tolerancia mínima a la frustración y, evidentemente, con muy pocas habilidades para la resolución de problemas; una situación que a veces podría ser corregida por nosotros los padres. Por ejemplo, encontrar la siguiente pieza de un puzzle. Enseguida se la buscamos y con eso estamos haciendo que nuestros hijos en un futuro se frustren si no encuentran rápido la forma de solucionar otros problemas más complicados. Pero no se sientan culpables, todos los padres tendemos a ayudarles ante cualquier obstáculo que se les presenta en unas edades que ellos mismos podrían resolver.
El origen del maltrato de los hijos hacia sus padres o hermanos podría estar en una serie de trastornos que se pueden detectar desde bebés. A todo esto, el jefe de Menores de la Policía catalana, indica que si no se toman medidas ante señales evidentes se puede convertir en una situación de máxima gravedad.
El maltrato de hijos a padres es a veces tabú, una realidad oculta que ha aumentado con el paso de los años. Para buscar ayuda, si se trata de un estado primigenio, se puede acudir a unidades especializadas; hacer partícipe de lo que sucede a toda la familia y nunca callárselo. Si ya existen agresiones físicas, mejor denunciar, aunque el vínculo afectivo hace que cueste mucho dar el paso
En los casos en que un juzgado de menores considere el maltrato del hijo al progenitor o familiar se le dará la posibilidad de reinserción, que consiste en pasar por su internamiento en un piso donde convivirá con otros jóvenes que también han agredido a sus padres.
Desde luego que los agresores sufren. Al llegar al centro no todos son conscientes de la situación que han tenido en sus casas y lo ven como un punto de no retorno. Pero es ahí donde comienza el gran trabajo de psicólogos y educadores. Primero hay que hacerles tomar conciencia del problema que existe y de porqué la separación del núcleo familiar. Los jóvenes son los agresores pero no hay que olvidar que son víctimas de una circunstancia que ni ellos entienden. Este problema aunque pensemos que solo ocurre en las familias desestructuradas es transversal. Afecta a todas las clases sociales. Tres de cada cuatro agresiones físicas las suelen cometer chicos, mientras que ellas recurren, de forma más habitual, a gritos e insultos. La franja de edad va de los 13 a los 17 años, «en plena adolescencia», aunque puede comenzar mucho antes.
La convivencia en el centro les sirve para aprender a resolver conflictos sin agresividad. Con el paso de las semanas, una de las actividades para su recuperación pasa por la reparación del daño. Puede ser algo tan simple como arreglar una puerta que habían roto en su casa. El primer día que regresan a sus hogares es muy duro para todos porque es allí donde vivieron los conflictos.
Existen tres grupos de menores violentos con sus padres. Los que viven en un contexto delincuencial, tienen amigos delincuentes y han recibido una pobre educación académica y emocional. Otros han crecido siendo objeto de malos tratos o han visto violencia en sus padres, lo que les enseña que es una estrategia adecuada para resolver los problemas. Y por último, lo que se denomina el niño con 'síndrome del emperador', que tiene padres 'normales', que han hecho lo que han podido, pero cuyo hijo tiene unas dificultades de personalidad innatas (rasgos de psicopatía o de trastorno de conducta) que complican mucho la educación, detalla Vicente Garrido, catedrático de Criminología de la Universidad de Valencia
Fundaciones como Amigó o Afatrac, de familiares de afectados con trastornos de conducta, ayudan a abordar y sobrellevar esta lacra. «Trabajamos con toda la familia, haciendo mediación y proporcionándoles un ámbito seguro. Con esa guía, orientación y asesoramiento, ellos mismos son capaces de reconducir la situación en el 90% de los casos», cuenta Claudia Rodríguez, coordinadora del proyecto 'Conviviendo', un recurso gratuito para ayudar a la resolución de conflictos entre adolescentes y familiares, en el que participan educadores y psicólogos. Pero esto se complica cuando dejan de ser menores ya que no son subvencionados y muy pocas familias pueden permitírselo.
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