El virus contra la Corona necesita también vacuna
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El desarrollo de la pandemia por la Covid-19 en España ha corrido parejo al conocimiento de determinadas informaciones sobre el rey emérito que están poniendo en jaque, por mucho que algunos no queramos, a la Corona. El virus republicano no ha hecho otra cosa ... que ser bien alimentado y dosificado, gracias a mensajes oportunistas, sesgados e incluso hay quien sostiene que obedecen a una maniobra para distraer la atención de la opinión pública ante problemas internos de partido.
Después de ni siquiera saber cuántos muertos ha causado el coronavirus por la falta de datos oficiales, pero cerca de 45.000 no es una cifra exagerada, que la economía se sumirá en una crisis muy profunda de la que todavía no somos conscientes, que el paro será una gran lacra por muchos subsidios que se pongan en marcha y ayuda que nos preste o regale Europa, ahora la institución sobre la que gravita nuestro sistema constitucional, la monarquía parlamentaria, tiene un serio problema. La salida de España de don Juan Carlos como argumento para evitar desgastar a su hijo Felipe VI y blindar a la Jefatura del Estado se me hace cuesta arriba, cuando el emérito no está sometido a imputación o acusación alguna. ¿Qué pasa, si llega el caso. Sería desposeído de ese título? La Justicia ha actuado contra miembros muy cercanos de la familia real y estoy convencido que cumplirá su mandato en el cumplimiento de las leyes. Es cuestión de esperar sus dictámenes.
Pedro Sánchez tiene razón cuando dice que se juzga a las personas y no a las instituciones, pero la imagen reputacional siempre sale dañada. Ayer parece que se conoció el destino de don Juan Carlos, Abu Dabi. De poco han servido los intentos desde Zarzuela y Moncloa para que no trascendiera el lugar con el fin de diferenciar el ámbito personal del público, es imposible en figuras de relevancia política. Ese ha podido ser uno de los problemas del gran artífice de la Transición en España, un mérito que no se le puede discutir ni verse empañado por unos comportamientos todavía sin conocer su trascendencia fiscal o judicial, si es que la tienen. Tampoco se le puede negar su generosidad con este gesto de abandonar nuestro país para 'distanciarse' de su hijo. Era el objetivo de Sánchez, que pusiera tierra de por medio el rey emérito y así cobrarse la primera víctima de este virus que ataca a la Corona y, por tanto, en pos de una república. El presidente socialista demuestra una vez más sus excelentes dotes para ejercer el funambulismo cuando es capaz de mantener el equilibrio y ponerse el primero en la manifestación en defensa de un «pacto constitucional» plenamente vigente, aunque no se entienda cómo puede convivir en un consejo de ministros con un vicepresidente (con el que no dormiría tranquilo si estuviera en el Gobierno) y tres ministros que no comparten los fundamentos sobre los que se asienta nuestra democracia y Estado de Derecho. No es cuestión de matices, son los principios. Ser republicano, como ser independentista en España, es totalmente legítimo. Otra cosa es saltarse las leyes, como ocurrió en Cataluña. Proclamarse partidario de un cambio de 'régimen' no es delito, pero no respetar un sistema válido y eficaz como la monarquía parlamentaria respaldado por la mayoría de los españoles desde dentro del Gobierno demuestra unas ansias exageradas de poder. Las reformas constitucionales y la convocatoria de cualquier referéndum está contemplada en unos términos que deben tener una muy amplia mayoría en el Congreso, lo que no ocurre en este momento en el que existen otras muy distintas prioridades. El hallazgo de una vacuna eficaz contra el republicanismo está en el sentimiento mayoritario de los españoles expresado en las urnas y representado por sus partidos políticos. Volver a la división y al enfrentamiento entre dos Españas, monárquica o republicana, es un paso atrás innecesario si los mecanismos de control democráticos funcionan, con la separación de poderes, rendición de cuentas, transparencia o ausencia de corrupción. Sánchez tiene en su mano conseguir una vacuna para frenar ese virus contra la Corona, perseverar en la concordia, estar en lo importante y urgente, que no es poco, o dedicarse a mover el árbol y que Pablo Iglesias se ponga a recoger los frutos. Sería cuestión de tiempo, lo ha dicho el líder de Podemos: «Tarde o temprano los jóvenes posibilitarán una república». La juventud es atrevida e inconsciente ante el peligro. El problema suele curarse con el tiempo pero si desde la educación y la familia se infunden buenos valores se contribuye a una mejor sociedad, algo en lo que estamos perdiendo también el tren. A la vista está el espejismo en el que vive gran parte de la ciudadanía este verano atípico e inédito, en el que los brotes reverdecen y si hace meses batimos el récord de fallecidos encabezamos en este momento la lista de países europeos con mayor número de contagios. Hasta un destacado grupo de expertos, con nombres y apellidos, se ha preguntado públicamente: «¿Como es posible que España se encuentre en esta situación?» y haya pedido una auditoría independiente sobre nuestro sistema sanitario.
Hay quien disfruta ajeno a todo, otros no gozan de vacaciones por falta de recursos y los hay que no salen por miedo. Alguno, con la satisfacción del deber cumplido, ya está descansando en una residencia que fue una donación, una 'herencia' del anterior jefe del Estado. Claro, lo que es de España es de los españoles. Y para eso no hay escrúpulos. ¿No les parece?
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