La visita del miedo
Puerta Real ·
La falta de mascarillas, acaparadas por un temor irracional al coronavirus, está poniendo al descubierto la ruindad, la vileza y el egoísmo más cutre del ser humanoSecciones
Servicios
Destacamos
Edición
Puerta Real ·
La falta de mascarillas, acaparadas por un temor irracional al coronavirus, está poniendo al descubierto la ruindad, la vileza y el egoísmo más cutre del ser humanoLas mascarillas se han convertido en un extraño objeto de deseo. Las han robado por miles en un hospital de Valladolid. En Málaga sorprendieron a un médico intentando llevarse trescientas. Hay más casos y más cercanos, pero no estoy por hacer recuento, porque cuando esto ... se publique, la cifra podría quedarse corta. El carnaval ha virado a tragicomedia cambiando las máscaras de juerga por las mascarillas del pánico. Cuando hay epidemias, el primer virus que llega es el del miedo. Aunque en centros de salud y en hospitales se harten de tranquilizar a la gente, si el canguelo ha tocado el timbre en la puerta de uno, ya no hay quien le haga entrar en razón. En los medios de comunicación se navega entre la prudencia y el tremendismo. Ayer circulaba por las redes un 'guasap' quejándose del desabastecimiento de mascarillas en los quirófanos y terminaba dando las gracias a los telediarios «por fomentar la histeria al grabar y sacar a gente por la calle con mascarilla». Al parecer, el autor del mensaje es de los que creen que, no contándolas, las cosas no existen. Y eso ya es agua pasada. Los informativos tienen la obligación de reflejar lo que ocurre y lo que está pasando es que la gente ha perdido el norte y está desquiciada. Se quiera o no, eso hay que contarlo. Es cierto que el número de miedosos es infinito y va en aumento -no hay más que contar los portadores de mascarillas-, pero de eso no tiene la culpa el informador.
Esto ha sido así desde la noche de los tiempos. A mucha gente solo con escuchar la palabra epidemia se le alteran los chacras y sufre un ataque de nervios. No sé si es que llevamos en los genes la herencia del pánico de la 'gripe española' de 1918 o es el recuerdo de las pestes medievales; pero el caso es que el mosqueo ya está aquí, con los Idus de Marzo. Por cierto, que la gripe de 1918 no era española, sino que venía de la base militar norteamericana de Fort Riley. Nos colgaron el sambenito porque fue en nuestro país donde se informó sobre ella de una manera más pormenorizada. O sea, nos castigaron por contar la verdad. Como apuntaba más arriba, decir la verdad es una de las experiencias más amargas que reserva el destino a quienes nos hemos dedicado a este oficio.
Algún timbre secreto del subconsciente avisa al hombre del peligro. Y a esta epidemia le acompañan indicadores que no ayudan a navegar por el mar de la tranquilidad. Clausuras de convenciones y ferias, hoteles cerrados con la clientela dentro y bajadas en las Bolsas ponen en guardia a los novios del pavor. Se empieza a oír que si 'el bicho' avanza podrían cerrar los estadios. Estando así las cosas, espero que el puñetero coronavirus nos permita asistir el próximo jueves al triunfo del Granada, con Los Cármenes a reventar. «Que el fin del mundo nos pille bailando», como cantaba Chavela Vargas. En esta apuesta por la vida, qué mejor que plagiar a Ingrid Bergman en Casablanca y decir aquello de «el mundo se derrumba y nosotros nos enamoramos». Pues eso.
¿Ya eres suscriptor/a? Inicia sesión
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
España vuelve a tener un Mundial de fútbol que será el torneo más global de la historia
Isaac Asenjo y Álex Sánchez
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.