El otro día comentaba con un amigo, respecto a un conocido en común, que era casi milagroso que no hubiese llegado a nada en política con lo imbécil que era. Por desgracia este caso es la excepción dentro de la regla, ya más que consolidada, ... de que los peores elementos de nuestra sociedad consigan triunfar en sus ambiciones extractivas, que consisten en poder vivir a costa de todos pero sin solucionar un solo problema común.
Precisamente, hace unas semanas se empezó a publicitar que en Italia iban a votar sobre la reducción de diputados y senadores, abriendo así de nuevo la vieja estupidez de que todos nuestros males se solucionarían recortando el Congreso y cerrando el Senado. La cuestión es mucho más compleja, porque la clave no está en la cantidad sino en la calidad, y lo primero es algo irrelevante cuando lo segundo está bajo cero. Si alguien cree, además, que seleccionando a 50 en vez de a 80 no iban a sobrevivir los más perversos, desconoce profundamente cómo funciona el mundo de nuestra política, de la política en general.
La verdad es que la situación actual de España tanto a nivel político, como económico o sanitario, no tiene parangón alguno respecto a las otras potencias democráticas con las que compartimos civilización y riqueza. Es más, incluso si nos comparamos con los países subdesarrollados de Latinoamérica, en pocos casos salimos ganando.
Lo que está claro es que ningún gobierno en Europa, ni siquiera el británico que tan de cerca nos sigue en negligencia e incompetencia, se dedica a trabajar en el principal objetivo del sanchismo podemita: disfrutar el poder sembrando cizaña entre regiones españolas, abandonadas de manera casi absoluta a la lucha contra el virus, mientras uno de sus vicepresidentes retuerce a la justicia para tapar sus presuntas corrupciones, y la otra vicepresidenta vuelve a sacar a Franco para celebrar que le va a quitar las medallas a Billy el niño y la cruz al Valle de los Caídos. Esto sin mencionar que el responsable del centro de pandemias, el ídolo pop Bacterio, se marcha en plena segunda ola de contagios y muertes a grabar un programa televisivo montando en globo.
Alguien podría pensar que ante la situación tan extraordinaria y grave que ya tenemos, sin necesidad de que se cumplan los deseos apocalípticos de la derecha meapilas y xenófoba, los principales partidos constitucionalistas y de gobierno tendrían que estar dedicados si no a formar un gobierno de concentración, sí a pactar unas medidas básicas y urgentes para hacer frente al virus y a la depresión económica latente. Sin embargo, esto es algo imposible cuando desde el sanchismo se empieza a propagar la idea de que el PP es un partido «antisistema», no como Podemos que «sí cumple la constitución».
¿Qué se puede confiar a un presidente que se lamenta «profundamente» del suicidio de un etarra mientras es incapaz de hablar de los miles de muertos por el coronavirus? Hay quien critica que se fuese de vacaciones en pleno rebrote, pero honestamente si se hubiese quedado en Moncloa nada hubiese cambiado, porque es un inepto integral que no tiene mayor plan que el dejar a los gobiernos autonómicos solos en su deriva para culparlos de lo que vaya a salir mal.
Castells, el chico este catedrático que está disfrutando del ministerio como un niño de un juguete llamativo pero inútil, dijo la única verdad que se le reconoce a este gobierno desde el inicio de la pandemia: no hay un plan B, solo sobrevivir como se pueda al virus a la espera de una vacuna. Lamento decir que vivimos en el peor país posible en el peor momento inimaginable de nuestra historia reciente. Y, por supuesto, el final de todo esto no será feliz.
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.