La nostalgia es una emoción que nos invade y nos hace creer que cualquier tiempo pasado fue mejor; Machado dice que podemos volver la vista atrás pero no volveremos a pisar la senda que hemos andado, aunque recordar también es volver a pasar por el ... corazón situaciones que hemos vivido y, si son felices, contrarrestan la tristeza inherente a la nostalgia y la melancolía, quizás porque rememoramos los mejores momentos; en cualquier caso, la nostalgia no puede instalarnos en lo que fue, sobre todo, porque ya no somos lo que éramos.
Pero en una sociedad de pensamiento débil, de poco debate con argumentos y poca paciencia para leer un texto, con opiniones que se construyen a partir de titulares y algunos de ellos falsos, los seres humanos somos más manipulables por las emociones y, en los últimos tiempos, el neofascismo se ha convertido en el gran manipulador con un discurso que niega las conquistas del presente y pretende meternos en el túnel del tiempo para llevarnos atrás en la Historia; por supuesto, no dicen que, en esas décadas que añoran, la contradicción fundamental también era capital-trabajo, que sus propuestas políticas están hechas al dictado del neoliberalismo -más mercado y menos estado- y que la libertad de la que hablan es sencillamente la libertad de los que lo tienen todo, frente a los que nada tienen; representantes de esa derecha neofascista no diferencian, en los últimos ochenta años, la dictadura de Franco y los gobiernos democráticos y niegan los valores y los derechos que debe garantizar el Estado porque, para ellos, España no es más que la bandera que lucen y los españoles, quienes son y piensan como ellos.
A mí me gustaría saber si muchos votantes jóvenes de la derecha neofascista se han parado a pensar, por ejemplo, cómo era la vida de sus abuelas a mediados del siglo pasado, cuando fueron condenadas a las cuatro paredes históricas, dedicadas en cuerpo y alma a sus familias, calladas y abnegadas hasta la extenuación, y no sé si les gustaría esa vida para sus compañeras de clase, sus novias, sus amigas y hermanas; esos jóvenes, muchos de clase obrera, han tenido más oportunidades de estudios, empleo y viajes gracias al trabajo remunerado de sus madres que no han dejado de cuidar a su familia mientras trabajaban fuera de casa y, al mismo tiempo, han luchado por un modelo laboral más justo para compartir el trabajo, el tiempo y los cuidados.
También me gustaría saber si es tanta su afición a la caza y decirles que en esos tiempos pasados que no vivieron, la caza era para los pobres un medio de supervivencia y que Alfredo Landa husmeando la tierra en 'Los Santos Inocentes' de Mario Camus respondía a una realidad que a veces supera a la ficción. Y preguntarles, también, quién les ha dicho que aquella España en blanco y negro, donde había que hablar en voz baja y escuchar Radio Pirenaica a escondidas, donde la censura no dejaba que leyéramos a nuestros poetas y la Iglesia nos decía las películas que podíamos ver, donde no tenían cabida las personas diferentes por opción sexual, por discapacidad o por el color de la piel, puede ser el país al que quieren volver en el que había mucho orden y muchas órdenes, pero no había libertad ni igualdad y la solidaridad tenía un precio que solo algunos estaban dispuestos a pagar.
Y claro que también éramos felices en aquellos tiempos, no solo porque éramos más jóvenes sino porque teníamos esperanza y un lugar al que volver, para aprender y tomar impulso en la construcción del futuro: la memoria de las revoluciones y las conquistas de los pobres, la Segunda República, la democracia, los libros y las canciones. Y confío en que muchos jóvenes -y no solo jóvenes- dejen a un lado la nostalgia y voten el diecinueve de junio con memoria y con esperanza. Por Andalucía.
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