Nada mejor que recurrir al realismo mágico de García Márquez para describir el ánimo que se respira en nuestro particular Macondo malafollá. El granadino no tiene quien le escriba cosas bonitas, así que me pregunto, ¿quién le devolverá la sonrisa? Desde luego, un político en ... campaña no, porque lo pone de peor humor y al final termina llamándole trigo por no llamarte Rodrígo, lo cual es perfectamente comprensible porque una cosa es predicar en campaña y otra dar trigo.
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El ciudadano «tresculturas» es consciente de la precariedad anímica en la que habita normalmente, pero ese estado forma ya parte de su «gracejo», trascendencia y grandeza como estirpe. Un ejemplo de ello es cuando te encuentras en la calle a un paisano y le preguntas con toda la buena fe del mundo:
-¿Cómo estás?
El otro, sintiéndose incomprensiblemente molesto, clava su pupila en tus adentros y responde secamente:
- Tirando.
Pero, ¿qué es «tirando»? Nada concreto. «Jodido pero contento» es más gracioso y refleja un salto evolutivo en la descripción del ánimo. «Tirando» suena a estación penitencial o a lucha contra la desidia. Por cierto, que este domingo muchos andaluces irán también «tirando» a depositar su voto, con mucho «trabajico», porque piensan que de alguna manera es tirar el voto.
Al igual que el sexo dentro del matrimonio, votar suele ser una cosa por costumbre que se hace aunque no apetezca. En ese voto que metemos sin gana aún queda un resto de ingenuidad, por eso seguimos siendo fieles a esos políticos que se abren a cumplir nuestros sueños. El problema es que una vez consumado el acto electoral la cosa se invierte y son ellos los que pasan a materializar sus sueños (ampliados a «siestecitas») en la sede de la soberanía popular de turno.
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El gran fracaso de esta contienda electoral andaluza es que no se está empleando más munición que el fuego a discreción. Solo interesa ganar la batalla, da igual el número de chuminadas que se disparen.
La política es una profesión hermosa que bien ejercida puede hacer más llevadera y cómoda la vida de la gente. Pero, ¿qué ocurre cuando el político confunde sus aspiraciones personales con las del votante? La respuesta está en los periódicos, día tras día, morro tras morro. Se ve un de ciclo, que decía el gran Mourihno.
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