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El vuelo siguiente

La segunda vez la espiché en una peluquería del Raval, a dos esquinas de la Boquería y de una manada de turistas que asistieron atónitos a la llegada del coche fúnebre como las vacas ven pasar al tren

Manuel Pedreira Romero

Sábado, 3 de septiembre 2022, 00:48

La primera vez fallecí en una plaza de toros portátil. No recuerdo el pueblo pero sí me vienen a la memoria los rostros ceñudos de los mozos al verme atropellado por el novillote, el gesto horrorizado de las mujeres, las manos sudorosas que me levantaron ... del suelo y el temblor de un banderillero que se pasó más de una hora sobre mi cuerpo persiguiendo un milagro que no se produjo. No había megafonía en aquella modestísima plaza pero en el tropel de esos minutos recuerdo cómo alguien preguntaba a gritos si había algún médico entre los presentes sin que nadie respondiera. Todo ocurrió años antes de que el maestro Paquirri se desangrara por una carretera entre encinas y alconornoques, preciosa para ir de excursión pero aciaga si llevas un cornalón en las ingles. Mi muerte apenas mereció un suelto en los periódicos de entonces. La del marido de la Pantoja sirvió para modernizar de golpe todas las enfermerías de España. Ya nunca más hubo que preguntar si había algún médico en la plaza. Siempre hubo clases.

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