¿El día del juicio final?

Ahora que la ONU ha quedado en un craso fallo de casting y que sus resoluciones no pasan de ser deseos tan piadosos como inadmisibles, ... ahora que los foros internacionales son meras oquedades, ahora que las máscaras han caído ―por muy transparentes que hayan sido siempre―, ahora que las conciencias no tienen voz en capítulo y que las marchas pacifistas se han convertido en travesías del desierto con un aniquilamiento de Palestina absolutamente impune, ¿quién impedirá que China anexione Taiwán, y que Corea del Norte saquee Corea del Sur, o que Azerbaiyán se quede con toda Armenia? Ahora que el Derecho Internacional no vale una higa y que solo cuenta el equilibrio de poderes, ¿a qué se parecerá el mundo mañana? ¿Qué será de los países ricos en minerales que no dispongan de medios de defensa adecuados? Está más que claro que una nación que no fabrique su propio arsenal de guerra, especialmente sus aviones de combate, sus misiles balísticos, sus barcos y sus propias armas de destrucción masiva, es ya de por sí una nación en peligro de muerte. A partir de ahora, cualquier país que se despreocupe de su destino queda a merced de las grandes potencias. Bastará cualquier pretexto, el más mínimo interés o un mero anhelo para que un país ubicado en las antípodas se convierta potencialmente en espacio vital irrenunciable y su población en carne de cañón, cuando no quede del todo esclavizada. ¿Qué vamos a legar a nuestros hijos? ¿Qué porvenir van a tener las generaciones futuras una vez que todos los valores humanos hayan desaparecido, y las leyes justas, garantes de una apariencia de armonía, acaben siendo anuladas o prescritas? Cuando la indignación legítima es amordazada y prohibida la más urgente preocupación, cuando se asiste a la deriva apocalíptica de las ideologías sin atreverse a denunciarla, eso significa que ha empezado la cuenta atrás y que el Orden, base de toda estabilidad, está amenazado. La Humanidad debe reaccionar de inmediato si no quiere sumirse por siempre en una pesadilla de tamaño natural que la aniquilará con toda seguridad ya que nadie estará a salvo una vez banalizados el horror y el infortunio.