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Encarna Ximénez de Cisneros
Lunes, 25 de marzo 2024, 00:01
Ha sido una Cuaresma intensísima, con agendas imposibles para quien no tiene el don de la ubicuidad. O sea, la mayoría. Tantas ganas había, y hay, que nada era suficiente a la espera del Domingo de Ramos. «Y por fin llegó el día» es la ... frase que, como en años anteriores, más se escuchaba por las calles, los templos y, cómo no, en los establecimientos de ocio, que para todo hay tiempo. Lo hablaba en la mañana con algunos cofrades, entre ellos el pregonero oficial de este año, Pepe Espinel, que ha vivido con muchas ganas estos días tan especiales para él y para toda la familia, incluido su padre, que estará desde el cielo, tan orgulloso.
Pepe se preparaba, pronósticos aparte, para salir junto a sus hijos con el Despojado: Loreto, de monaguillo; Pepe y Laura, en el equipo de auxiliares, y Laura madre, también en las filas, mientras que el pregonero de este año debía estar en la manigueta del paso de palio «con muchas ganas de disfrutar».
Preparada estaba también la representación, como es habitual, de los jueces, en el paso de la Sentencia que, junto a la Virgen de las Maravillas, tienen su sede en la iglesia de San Pedro. Este año, Alberto del Águila, juez decano; Aurora Angulo, Violencia de Género 2; Francisco Maldonado, juez de Menores 2; Montserrat Peña, magistrada Primera Instancia 6; Antonio Vallejo, Juzgado de lo Penal 4; la también magistrada Inmaculada Leyva, Antón Henares, juez magistrado de lo Penal 2; Ignacio Angulo, juez decano del partido judicial de Santa Fe; y el magistrado juez en Guadix Alfonso Peralta.
Día, el domingo, ya lo saben, de las tradicionales póstulas, de nervios en los templos, porque comienza la Semana Grande; y que se vive de forma muy especial –por ser la primera– en la iglesia de San Andrés.
Allí comencé la aciaga tarde, tras la suspensión de la salida procesional. Estuve saludando a la pequeña Enola, que todavía no ha cumplido los tres años y que portaba el cojín con la llave que debía abrir la Semana Santa. Compartió la espera con su madre, Mari Carmen Gómez, y con su abuela, Emilia Beas, y el recuerdo del abuelo, Juan Gómez, que ya está en el cielo. Todo ello me lo contaban junto a mi amigo, Miguel Campos y otros cofrades como Lola Soto o Eugenio Almohalla.
Y, por supuesto, muchas autoridades que iban, como el resto de cofrades viendo que la amenaza de la lluvia, con barro, no era tontería. Muchas anécdotas que contar, pero eso será mañana. Recuerden que a las hermandades aunque se queden en el templo hay que acompañarlas. Es así y me quedo con la frase del arzobispo, José María Gil: «Todo esto nos enseña». Duro, pero cierto.
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