
No lo queríamos así
La decepción se adueña de los templos en los que las imágenes tuvieron que quedarse a causa del tiempo
Encarna Ximénez de Cisneros
Miércoles, 16 de abril 2025, 00:45
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Encarna Ximénez de Cisneros
Miércoles, 16 de abril 2025, 00:45
Siendo sincera, la mayoría éramos conscientes de la dificultad de la jornada. Paco Carrasco, veterano capataz ya me lo había dicho: «Nuestro día es el ... que peor pinta». Y ese día era el Martes Santo, en el que su hermandad, la del Cristo de la Lanzada y la Caridad debería haber salido, como las tres restantes, a la calle. Pero no pudo ser.
Se mantuvo el protocolo durante toda la jornada, incluida la ya tradicional reunión de hermanos mayores: Enrique Trujillo, de la cofradía que tiene su sede en la iglesia de los Dolores; Germán Bolívar, del Cristo de la Humildad y la Soledad de Santo Domingo, Vicente Gomáriz, del Vía Crucis; y Luis Sánchez, del Gran Poder y de la Esperanza, advocación a la que se dedica este año jubilar.
Todos ellos posaron junto al delegado de día, Ignacio Fernández Aragón, con una gran sonrisa que, a medida que avanzaban las horas, se iba descomponiendo. No en vano, temían –y se cumplió– que iban a tener que anunciar la suspensión de los cortejos.
Y eso que el Lunes Santo, que tampoco pintaba bien, acabó siendo una explosión cofrade. Solo había que mirar las caras de pregoneros como Cecilio Cabello, en la Carrera de la Virgen, junto a su mujer, Tere y su hijo Natanael; o José Manuel Rodríguez Viedma, con Salomé, que estaban, como siempre, en los palcos de Pasiegas; y el disfrute de la familia Cañavate-Llorens, que sigue creciendo como pude comprobar de forma palpable con los cochecitos que empujaban algunos de sus miembros. Otros iban bajo el anonimato del capillo, aunque, en algunos casos, si los podía reconocer. Por eso pude mandar un saludo –silencioso– al hermano mayor del Huerto, Mariano Sánchez Pantoja. Hubo mucha, mucha gente en la calle y en los cortejos, como hermanos o como representación, que siempre son muy bien recibidas.
Entre los nombres propios, por ejemplo, el de Diego Santiago que cumplía ayer –aunque no lo pudo disfrutar– treinta años como costalero del 'Moreno' del Zaidín, el Cristo de la Lanzada. Ya tiene relevo en su hijo que, al verlo, me di cuenta de que los años no pasan en balde, que lo he visto crecer.
Muchas emociones que se repiten en esta Semana Santa «siempre distinta, siempre igual», con un conglomerado de sonidos, olores, estampas y sabores, sin olvidar ese tacto que se nota en los buenos momentos, y en los malos. Muchas lágrimas en la jornada del martes. Los miembros de los cortejos intentaban mantener la compostura, pero se les notaba y mucho la pena que sentían.
En la calle, decepción. Elena Álvarez recogía a su peque, Luis, monaguillo que no pudo cansarse haciendo la estación de penitencia, como marcan las reglas. Hubo decepción también en quienes hacían cola para entrar a los templos «a ver a los titulares en casa, ya que no pueden salir». Manuel y Ana Benavente, dos hermanos «que no nos perdemos una», me dieron la clave del día «no lo queríamos así», a lo que añadieron un rotundo «ya falta menos para el año que viene». Hay que reconocerlo, los cofrades somos 'mu jartibles'.
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