El escultor e imaginero Pablo Fernández trabaja una de sus obras en su taller del barrio del Realejo. Ramón L. Pérez

Semana Santa en Granada

El joven escultor granadino que es la esperanza del arte cofrade

A sus treinta años, el artista Pablo Fernández ha logrado dedicarse en cuerpo y alma a la imaginería, una disciplina que busca resurgir en la capital tras décadas de abandono

Jueves, 30 de marzo 2023, 00:24

El bullicio del bar no es suficiente para desconcentrar a Pablo. Sentado junto a su familia observa fascinado la imagen de Cristo que corona el salón. Ni siquiera los juegos de sus primos distraen su atención. Apenas le llegan los pies al suelo cuando acaba ... de descubrir la vocación que le hará soñar y que le dará de comer en el futuro. Veintitantos años después hace con barro lo que un prestidigitador con una baraja de naipes. Una magia capaz de impresionar y de fomentar la fe entre los fieles que la veneran.

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El granadino Pablo Fernández es artista cofrade. Además de fervor religioso, siempre ha demostrado una intensa pasión por el arte sacro. A sus treinta años de edad se dedica profesionalmente a la escultura e imaginería. Una afición que lo ha llevado a convertirse en una de las esperanzas de futuro del arte cofrade en Granada. «Todo me viene de la tradición católica que me inculcaron mis padres. Me he criado entre imágenes religiosas. Unos iconos que siento y en los que siempre me he fijado. Unas imágenes que me despertaron la vocación por el arte», explica el propio Pablo Fernández a IDEAL desde su taller.

Con facilidad para el dibujo desde pequeño, Pablo estudió la carrera de Bellas Artes en Sevilla, el centro neurálgico de la imaginería en Andalucía y España. Aprendió el oficio de la mano de múltiples maestros, entre los que destaca a Darío Fernández. Nunca olvidó sus raíces, así como tampoco el arte cofrade de su ciudad. Imagineros contemporáneos granadinos como Ángel Asenjo Fenoy o Alberto Fernández Barrilao le sirven de inspiración para llevar a cabo su obra en un sector que ha ido a menos con el paso de los años.

«Granada contó hace siglos con múltiples artesanos y talleres dedicados a la imaginería. Fue una escuela muy relevante dentro del arte de Semana Santa. Esta tradición se ha ido perdiendo con el tiempo. Una situación que ha provocado que nuestras hermandades y parroquias hayan tenido que salir fuera de Granada para encargar sus imágenes. Por suerte, esto está cambiando, pero aún estamos lejos de otras provincias», detalla el imaginero. Pablo forma parte de esa nueva hornada de imagineros granadinos con los que Granada busca resurgir.

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Modelados y bocetos de Pablo Fernández en su taller. Ramón L. Pérez

«No me siento para nada como una promesa dentro del arte cofrade. No es tema de modestia. Soy un escultor que quiere hacer un servicio a Dios y a la Iglesia. Mi intención es que mis obras transmitan el mensaje de Cristo. Que consigan que la gente vea en ellas al Señor o a la Virgen y que les recen. Trabajar con imágenes sagradas es una responsabilidad. Doy lo mejor de mí para lograr ese efecto. No para trascender ni para liderar ningún movimiento», argumenta el artista.

Entre bocetos y modelados

Pablo hace vida en el Realejo. Es su barrio de adopción, pues fue el Zaidín el que lo vio nacer. Desde que tiene constancia comparte devoción por sus imágenes religiosas. Las procesiones del Huerto, de la Humildad y del Rosario están marcadas en rojo en su cabeza de cara a cada Semana Santa, a las que asiste con decisión y fe año tras año. Su taller también se encuentra en el barrio. Todo un refugio en el que lo sagrado parece cobrar vida propia.

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Las imágenes surgen de la nada más absoluta. El escultor boceta sobre el papel, modela el barro y retoca su creación. Como un milagro. «Llevo pocos años en esto, pero he tenido encargos muy especiales. Por ejemplo, la imagen de la Virgen de la Consolación para la parroquia de Santo Tomás de Villanueva. Era una escultura de estilo neobarroco para un edificio moderno, un detalle importante de cara a conceptualizar la obra. Además, me pilló la pandemia y se me hacía difícil conseguir materiales. Por suerte, se finalizó a tiempo y se bendijo el año pasado», cuenta.

La talla de la Virgen de la Consolación, por Pablo Fernández. IDEAL

La mano de Pablo comienza a reconocerse en Granada capital, pero también fuera. En los últimos años ha realizado trabajos para parroquias y cofradías del área metropolitana y para municipios de otras provincias como Jaén. Una situación laboral que le permite dedicarse en cuerpo y alma a la imaginería. «Llevo trabajando sin parar desde que finalicé mis estudios, pero el sector es muy precario. Anualmente, no suele salir adelante ni el 5% del presupuesto inicial que hago. A veces, buscamos fuera lo que tenemos en casa porque no estamos dispuestos a pagar lo que vale el trabajo. Tenemos que luchar poco a poco para modificar esta dinámica», concluye. Otro acto de fe al servicio de Dios.

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