Niños y familias en la procesión de los Dolores. Alfredo aguilar

Las familias atesoran sus vivencias de generación en generación

La Semana Santa es momento para vivir experiencias que se quedan grabadas en la memoria

Encarna Ximénez de Cisneros

Granada

Martes, 12 de abril 2022, 00:30

En su balcón de la calle Elvira me reencontré con José Manuel Jiménez y su madre, Julia Carmona. A él le suelo ver alguna vez, pero a Julia es casi el único momento en el que puedo disfrutar, aunque sea desde la distancia, con su ... sonrisa.

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La misma, pero con muchos nervios, que podía entrever bajo el capillo de Carolina Fernández que, ahora se cumplen quince años, fue la encargada de colocar la Inmaculada en el paso de la Virgen del Rosario, un reconocimiento a quienes hacen esas cosas especiales que nos convierten en hermandad. Lo hizo como parte del grupo joven, junto a Fernando Coronel que, lo que son las cosas, es ahora hermano mayor de la hermandad del Realejo. En ella era habitual encontrarme con caras a las que tanto añoramos, caso de Manolo Ocón; como eché de menos la 'petalá' que Pilar Bertos preparaba con mimo a su cofradía de los Dolores que, entre otras muchas advocaciones, le hacía revivir aún más su familia. Son algunos nombres de personas que siempre llevamos en el corazón.

Corazones encogidos como el de la hermana mayor de la cofradía de la Virgen salmón, Mª Carmen Gervilla, cuando se preparaba para la salida a la que no faltó Antonio Martín, un histórico de la hermandad y ex presidente de la Federación, que presumía de su nieta María, siempre con el recuerdo de la abuela Sensi.

Momentos especiales como el que vivieron el prioste y albacea del Huerto y la Amargura, Adrián Ruiz y Fernando Tenorio que, junto a un buen grupo, mayoritariamente joven, recuperaron la recogida de la hierba y el olivo que acompaña al misterio que sale desde las Comendadoras de Santiago.

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Mientras, en casa de Antonio Padial, reconocido por sus interesantes estudios y aportaciones a la historia de nuestra Semana Santa, su Niño Jesús, del siglo XVIII ya luce de nazareno morado con pleita y báculo en su hornacina, mientras la casa se llena de olor a torrijas –receta de la bisabuela Carmen– que, junto a un buen vaso de leche, es remate obligado al volver de procesiones. Así lo hace desde niño.

Me encontré en los palcos y le veré en los cortejos a José Manuel Rodríguez Viedma, acompañado de su mujer, Salomé Morillas. Como buen poeta, su narración de lo que significan estos días resulta evocadora y familiar: «Desde primeras horas del Domingo de Ramos y a los sones de marchas cofrades, mis dos hijas, Julia Mª y Salomé, desde que eran niñas, inundan cada habitación de mi casa con incensarios de barro. Mis dos hijos mayores, Víctor y Mario –y sus mujeres, ambas de nombre Cristina– ya lo hacen con mis nietos José, Jorge y Carla. ¡Qué hermoso ser parte del tiempo que no detiene los relojes!», me termina contando. Y se ríe al recordar que Julia Mª nació en una madrugada; justo de Lunes a Martes Santo, lo que llevó a su padre a quitarse el capillo de la Luz y el Trabajo para irse directamente al hospital.

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Algo parecido –aunque lo que tendría que dejar son sus bártulos para retransmitir en las ondas de Canal Sur– le ocurre a José Antonio Díaz, profesor de Arte, que espera, de un momento a otro, que venga al mundo su niña Isabel. La mamá, Marisa Rodríguez, a quien vi en San Andrés, aprovecha los ratos que puede. Deseamos que todo vaya bien.

Y me quedo con la ilusión que están sintiendo Vicente Gomáriz, hermano mayor del Vía Crucis, y Estrella Martínez, que lo fue de la cofradía que tiene como titular mariana, precisamente, a la Estrella. Su pequeña Carmen tenía apenas cuatro meses y medio cuando hizo la estación de penitencia en 2019. Su padre se preguntaba cómo reaccionaría –ahora ya más consciente de todo– al verle con el hábito y el capillo, y parece que no le disgusta y hasta se ríe, pero también esperan el momento «cuando vea a otros».

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Y es haya muchos peques que lo viven todo por primera vez. Saben de mascarillas, pero aún no habían estado de procesiones. Todo se aprende.

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