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Álvaro de la Torre Araus
Granada
Martes, 8 de abril 2025, 00:29
Quienes llaman a las puertas de nuestras iglesias y cofradías no buscan solo un lugar donde estar, sino donde ser. En cada gesto, en cada mirada, esperan una sonrisa sincera, manos abiertas y ojos cargados de afecto. Esa ha sido, y sigue siendo, la esencia de nuestras hermandades: acoger, acompañar, caminar juntos. Así lo recordaba nuestro Arzobispo esta Cuaresma, al subrayar que las cofradías están llamadas a ser «verdaderas escuelas de vida cristiana, unidas siempre a su parroquia». Y pocas historias hay tan sinceras y conmovedoras como la de la Hermandad de Regina Mundi, nacida del corazón de una comunidad joven, viva y decidida.
Corrían los primeros años de los ochenta. La parroquia de Santa María Regina Mundi comenzaba a notar, como tantas otras, que los niños que hacían la primera comunión no volvían. La vida parroquial necesitaba un revulsivo. Y fue entonces cuando alguien —con visión, con esperanza— se fijó en las cofradías como un camino posible. No por tradición, sino por su capacidad de convocar, de tocar el alma joven, de entusiasmar. María José García Escobar conoció en esos momentos tan fundamentales en su vida y en nuestra Semana Santa a su marido Eduardo Iáñez Pareja. Una joven pareja volcada con su parroquia que iniciaron dos grandes proyectos: su familia y su cofradía. Así nació el germen de lo que hoy es una realidad consolidada.
Un grupo de veinteañeros de las Juventudes Marianas Vicencianas, sin saber apenas qué era la Semana Santa 'cofrade', sintieron que podían aportar algo. Su mundo era el de la parroquia, la oración nocturna, las convivencias, la Pascua en Torre de Benagalbón. A ellos no los movía la túnica, sino la fe. Se juntaban, rezaban, cantaban en el coro, y hasta fueron llamados a bendecir con sus voces a la Hermandad de la Lanzada en su fundación. Entre ellos surgió el deseo de hacer algo propio, algo que uniera lo espiritual con lo humano, lo festivo con lo profundo.Fue entonces cuando se empezó a soñar con una cofradía. El camino no fue fácil. «No éramos cofrades», recuerda con cariño María José. Pero sí sabían lo que era trabajar, soñar y construir. Y con la ayuda de su párroco, comenzaron a gestar lo que sería la hermandad del Santísimo Cristo Resucitado y de la Virgen de la Alegría.
El 27 de noviembre de 1985, festividad de la Medalla Milagrosa, se fundó oficialmente. Su primer enser fue una bandera juvenil, llevada con orgullo a una visita al Papa, y que aún hoy recuerda a un joven que falleció y dejó huella en todos. 'Hoy es el enser menos cofrade pero que más explica de dónde venimos' nos cuenta con sinceridad y bastante emocionado Eduardo, que desde 2015 hasta 2023 fue hermano mayor de la corporación de la calle Arabial.
La Hermandad creció poco a poco. Fueron años de esfuerzo, de incomprensión incluso, tanto dentro del mundo cofrade como en la propia parroquia. Los jóvenes resistieron. La alegría y la fe fueron sus estandartes. Y la comunidad escolar del colegio Regina Mundi, regido por las Hijas de la Caridad, fue un pilar imprescindible. Todo se hacía desde la unión: desde el taller de costura hasta las largas tardes de ensayo, desde los estatutos elaborados conforme al derecho canónico hasta el compromiso familiar que se fue tejiendo con fuerza.
María José y Eduardo comparten con IDEAL los recuerdos tan entrañables que tienen de cómo el titular cristífero, imagen de talla completa y de valientes formas, fue bendecida por Monseñor José Méndez Asensio el 11 de abril 1987 en la propia parroquia de Regina Mundi. Una obra de Antonio Barbero Gor que se puso por primera vez por el Camino de Purchil en la mañana del Domingo de Resurrección de ese mismo año . Su corpulencia y musculosidad nos recuerda a notables obras clásicas como el Torso de Belvedere de los Museos Vaticanos, y en propias palabras de los fundadores, quiere representar a través de ella 'una nueva humanidad'. 'Todos los lunes íbamos al taller de Barbero para ver los avances. La disposición tan especial de la mano y los dedos se produjo de forma insólita, por el propio peso del barro. El Cristo es especial y reconforta' afirma la que fue la primera Diputada Mayor de Gobierno de la corporación.
En 1992, con la primera salida de Nuestra Señora de la Alegría, se consolidó su presencia en la Semana Santa granadina siendo una hermandad federada. Realizada por el mismo Antonio Barbero Gor en 1992, la Virgen es una talla completa de actitud valiente en su ejecución, de excelente tratamiento del estofado en los pliegues del ropaje. La imagen mariana, basa su inspiración en numerosas fuentes, siendo la principal la famosa Niké de Samotracia, escultura del periodo helenístico griego que busca representar la victoria de la resurrección sobre el pecado a través de su actitud triunfal y evocadora.
La joven que estudió en el Regina Mundi del edificio Castro en Recogidas y que nunca pensó que era una cofrade fue llamada en 1999 para formar parte de la Real federación de Cofradías, ocupando puestos clave, defendiendo su sitio y su visión con humildad y coraje. Porque esta historia no va solo de pasos, hábitos o itinerarios. Va de una parroquia que no se resignó. En la actualidad es la directora del Centro de Estudios Cofrades y Eduardo coordina todas las publicaciones de la Real Federación de Hermandades y Cofradías de Semana Santa de la Ciudad de Granada. La vida y el tiempo ha hecho de esta pareja que sean y se constituyan como una familia cofrade.
De unos jóvenes que creyeron en lo imposible. Y de una comunidad entera que hoy, cuarenta años después, camina orgullosa cada Semana Santa, sabiendo que sembraron algo eterno. Cuando se mezcla la fe con la juventud, la tradición con el compromiso, el resultado no es solo una cofradía: es una forma de vivir. Y Granada, en estos días santos, se llena de historias así. De vidas que se cruzan, de pasos que se sincronizan, de corazones que laten al mismo compás. Y entre todas ellas, la de Regina Mundi brilla con la luz serena y firme de quienes un día dijeron «sí» sin saber cómo, pero sabiendo por qué.
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