Una mala racha, un amigo que le anima, un sueño infantil o la tradición familiar pueden empujar a una persona a hacerse miembro de una hermandad de la Semana Santa de Granada. Historias diferentes, pero historias paralelas que unen a varios cofrades de nuevo cuño
encarna ximénez
Granada
Martes, 30 de marzo 2021
A Isabel conocer los Estudiantes le ayudó a superar una muy mala racha. A Sergio, un amigo le animó a incorporarse a Paciencia. En estos, como en otros casos, nada ocurre porque sí. Que se lo digan a Alfredo, que nunca pensó en hacerse hermano del Nazareno, hasta que las cofradías se quedaron sin salir por la pandemia. A veces, se trata de cumplir sueños infantiles, los que llevaron a Adrián a conseguir, al fin, entrar en el Rosario, o por mantener la tradición familiar. La que ha hecho que María, a sus cinco meses, ya sea de los Gitanos, como sus hermanos mayores.
Estudiantes - Isabel Molina
«Estaba muy mal y la hermandad me ayudó a salir adelante»
Una semana para olvidar hizo que el mundo pareciera derrumbarse a su alrededor. Fueron dos golpes muy seguidos y tan duros que no supo gestionarlos y que la dejaron «muy mal emocionalmente». Le sugirieron apuntarse al Camino de Santiago que se estaba organizando en la hermandad de los Estudiantes. Allí conoció a varios componentes, incluida Eli, la hermana mayor –«Es mi ángel»– y, durante los diez días siguientes, empezó a ver la vida de otra manera: «Fueron horas hablando de todo, durante el día y luego en la habitación, donde continuábamos la charla». Horas en las que también hubo tiempo para que Isabel conociera a la hermandad de sus compañeros de camino: «Me contaban cómo era su funcionamiento y algunas de las muchas anécdotas vividas». Y entonces pensó que quería formar parte de esa familia.
Estudiantes
Nombre:
Isabel Molina Salazar, 34 años.
Hermana desde:
Marzo de 2020.
Motivos:
Los miembros de la hermandad de los Estudiantes le ayudaron a superar un bache vital.
La Semana Santa siempre le ha gustado. «Veo las cofradías en la calle y, a veces, se me escapaba una lagrimilla», explica, pero nunca se le había presentado la oportunidad de pertenecer a alguna de ellas. Cuenta con cariño cómo su abuela, de la que lleva el nombre, «era mucho de iglesia y rezaba el rosario en su casa», una devoción que le hacía confesar que «si no se hubiese casado, le hubiera gustado ser monja». Isabel sonríe al recordar estas palabras y al revivir las visitas a la Virgen del Pincho.
Su alta roza los límites del confinamiento; pero su testimonio deja claro que, aun sin cortejos procesionales, el mundo de las hermandades va mucho más allá de sus recorridos vistosos: «Me he apuntado por la ilusión que me transmitieron y porque me han dado tanto, que ahora soy yo quien quiere aportar». Y es que esta historia tiene un final feliz; al día de hoy, Isabel es otra persona. «Me acogieron con los brazos abiertos, haciéndose sentir como en familia», recuerda. Aunque sola en la casa, en el confinamiento se sintió muy acompañada, muy en contacto a través de las redes en las que supo por ejemplo, el esfuerzo que se hacía para conseguir mascarillas. Y sigue atenta a lo que pasa, porque sabe bien que es duro «hacer que la hermandad esté en pie» y pide «no abandonar el barco a las primeras de cambio». Y, por supuesto, echar una mano a quienes lo están pasando mal, que a veces están muy cerquita.
Gitanos - María Gómez Jiménez
«Cuando crezcan elegirán dónde quieren estar»
María podrá decidir con los años si quiere ser cofrade y cómo quiere serlo. Pero su familia ya la ha inscrito, en los Gitanos, como hicieron con sus hermanos mayores. A ella pertenecen, entre otros, sus abuelos maternos –una sorpresa saber que son Fernando y Pepa a los que profeso gran cariño– y, por supuesto, sus padres, Diego Orestes Gómez y Mª Dolores Jiménez, que se conocieron, precisamente, gracias a la cofradía.
Ella lleva allí toda la vida y él supera las dos décadas: «Como había grupos costaleros de niños y niñas, coincidíamos en los ensayos y empezamos a hablar». Así, de la devoción a sus titulares surgió el amor y hace ya catorce años que se casaron. En la Abadía del Sacromonte, claro, el mismo lugar donde han bautizado a Diego y Manuel, de siete y cuatro años; y pronto también –en mayo– a María, que será entonces, y de manera oficial, hermana de pleno derecho.
Estudiantes
Nombre:
María Gómez Jiménez, 5 meses.
Hermana desde:
Su nacimiento.
Motivos:
Por tradición familiar, sus padres apuntan a sus hijos al nacer.
Es una tradición que quieren mantener porque, queda claro, lo llevan en los genes. Y les gusta vivir estas fechas en familia, y participando activamente en el mundo cofrade, ese que tanto le gusta a Diego –padre–, que conoció otras hermandades hasta que encontró la que encaja con su forma de pensar, y quiere que sus hijos también puedan elegir.
Ni siquiera les van a influir para que se pongan el costal –incluida María–, como lo hacen sus progenitores, aunque, claro, no les importaría; al fin y al cabo «ir debajo del paso es el punto más privilegiado por la cercanía a nuestro titular».
Eso sí, experiencias no les van a faltar a los tres hermanos. De hecho, la pequeña de la familia estaría hoy «por supuesto» en el cortejo procesional, a sus cinco meses. Y el mayor, tal vez terminaría, por primera vez, el recorrido completo, culminando así la entrada en la Abadía «como él quiere».
Es un regreso del que hay quien piensa que es más fiesta que penitencia. Nada más lejos de la idea de Diego que expresa de forma emocionada su sentimiento de cada Miércoles Santo: «Vivimos una auténtica representación de una parte de la Pasión de Cristo, subiendo cuestas como si fuéramos al Monte Calvario y, sí, es una fiesta y una alegría llegar, porque significa que Jesús va a morir y va a resucitar para salvarnos». Por eso, y para eso se hizo costalero de los Gitanos.
No hay cortejos en la calle pero recorren todos los templos que se puede. El hijo mayor ha heredado la afición a la fotografía de su abuelo, que le ha prestado una cámara, y está recogiendo sus primeras imágenes, esas que este año son distintas y hay que guardarlas en la cámara y en el corazón.
Nazareno - Alfredo Hiniesta Molina
«Tras la suspensión por la pandemia, era el momento»
Es el ejemplo claro de una respuesta positiva en tiempos tan negativos. Alfredo llevaba varios años saliendo en la hermandad, con su grupo de amigos, pero sin pertenecer a ella: «Soy más de colaborar que de apuntarme». Hasta que, este mes de marzo de 2021, decidió que había llegado el momento de hacerlo. De hecho lo pensó cuando el confinamiento nos cambió la vida, pero pilló «tan de sorpresa» que su gesto quedó aplazado, pero no olvidado: «Igual si hubiéramos salido continuaría como hasta ahora, sin darme de alta».
Decisión envuelta en cariño de un cofrade totalmente apasionado por la Semana Santa, que remonta sus recuerdos a los tres años, en las filas del Vía Crucis, de la mano de sus tíos «o del párroco con el que iba detrás de la Virgen rezando». Era el único que salía a esa edad con su traje a medida, que bordó su madre «como se hacía en aquella época», y su capa. En su casa, en Semana Santa, «no hay otra cosa». Y lo hará patente hoy, acompañando a su hermandad; y aprovechará estos días para intentar visitar otros rincones. «Me gustaría ver las cofradías de Loja».
Gitanos
Nombre:
Alfredo Hiniesta Molina, 55 años
Hermana desde:
Marzo de 2021
Motivos:
Siempre salía con la hermandad, pero la suspensión de las procesiones le movió a inscribirse.
Después de mucho tiempo sin volver a formar parte de los cortejos, retomó su vocación y participó en la fundación del cuerpo de Costaleros de María Auxiliadora, con el que volvió a sus orígenes, sacando al Vía Crucis; también en la puesta en marcha de Salesianos –«Soy antiguo alumno»– y se metió bajo la parihuela de la Amargura.
Una nueva pausa en su trayectoria, hasta que a través de una prima se acercó al Nazareno y a la Merced. «Desde que se fundó la hermandad he tenido por ella una cosilla especial, por lo que significó de revolución al constituirse». Le gustaban «esa Virgen tan granadina y su puesta en la calle». Y dijo: «Esta es la mía».
Empezó a salir, y a involucrarse en todo lo que podía. «Por mi carácter me gusta ser parte activa». Desearía que «mayor coordinación para toda la labor social que se hace, que podría ser mejor encontrando nuevos cauces». Hay que adaptarse a los nuevos tiempos.
Lo ha comprobado –y sufrido– como docente, durante el confinamiento, en el que llegó a perder vista, obligado a permanecer muchas horas delante del ordenador, para cumplir sus clases telemáticas. No fue fácil: «Faltaban ordenadores y algunos alumnos dependían del teléfono de sus padres y había que esperar que volvieran de trabajar».
Para este año pide que «se nos vea en los templos, pero buscando el equilibrio; con la suficiente sensatez para no provocar un incremento de contagios. Otra nueva ola, no, por favor».
Paciencia - Sergio Corral Corral
«Lo venía pensando desde hace un año y un amigo me animó a ser hermano: era el momento»
Con lo que a ti te gusta la Semana santa y, siendo aparejador, ¿cómo es que todavía no eres hermano?». Esa pregunta de su amigo Joaquín fue el detonante de una decisión que ya quiso hacer la pasada Cuaresma pero que no pudo finalizar por las circunstancias hasta que, finalmente, se ha formalizado este año.
Tantos años viéndola desde fuera –nunca en las filas–, le habían hecho plantearse su incorporación, pero le daba «cosa», confiesa, porque no conocía a nadie, algo que se solucionó rápidamente y, tras las presentaciones de algunos miembros de la cofradía se encontró con «gente muy amable, cariñosos…, muy apañaos»; eso, y la manera de funcionar le llevaron a hermanarse.
Gitanos
Nombre:
Sergio Corral Corral, 45 años
Hermana desde:
Este año
Motivos:
Un amigo le animó, le presentaron a varios hermanos «muy apañaos» y decidió dar el paso
Algo que sorprendió a sus hijas, Martina y Julia, de nueve y siete años, a las que sí quiso inculcar la devoción cofrade y que, desde pequeñas, están inscritas en la Borriquilla, donde siguen saliendo. «Y ahora ya están pensando en acompañarme en Paciencia y Penas», sonríe con gran orgullo. Igual se apunta igualmente esa sobrina a la que Sergio también se encargó de hacer hermana, en este caso del Huerto. Ya le tocaba a él dar el paso.
De su infancia, mantiene el recuerdo de ver a su abuela y a su madre con la hermandad del pueblo, Calicasas, donde vive, pero no eran especialmente cofrades. Fue en la adolescencia, con unos catorce años, cuando descubrió realmente lo que era la Semana Santa. No se la pierde «por nada del mundo», algo que le permite su trabajo. He contado que es aparejador, pero no la estrecha vinculación del Colegio Profesional, cuya sede está justo frente a la iglesia de San Matías, con uno de los balcones más privilegiados de la ciudad donde «es un sitio fantástico para verla», algo que yo, afortunadamente, puedo confirmar en primera persona.
En el templo estará hoy viendo a sus titulares. Confiesa ser más «de cristos», pero reconoce que ver una chicotá de un paso de palio le deja «boquiabierto». Y me cuenta que mantiene la costumbre de que en su casa haya platos especiales en estas fechas, sobre todo los dulces. «Me encanta la cita tradicional con el helado después de callejear, que es lo que más me gusta», explica.
Como hermano ya de pleno derecho, no piensa en tener cargos, pero sí «en echar una mano en todo lo que pueda», porque sabe lo duro que es el momento para las personas y para las cofradías, a las que admira «por la labor que están haciendo, que es algo sorprendente».
Por todo ello, tiene muy claro que su primera salida estará llena de emoción. Y si, finalmente, le acompañan sus hijas, «será un momento muy especial».
«Era mi ilusión desde niño»
Es curioso porque nadie en mi familia era cofrade», es lo primero que me dice para añadir que, a él, sin embargo, el gusanillo le dio muy pronto: «Mi madre sí me llevaba a las procesiones; y me cuenta que se me caía la baba viendo a los penitentes pasar y que, cuando pasaban llevando capas, yo sacaba la manita para tocarlas. También me cuenta que cuando escuchaba los tambores, por muy cerca que estuvieran, no me asustaba como les pasaba a otros niños».
Eran señales claras de que, aún sin antecedentes cofrades, la Semana Santa es lo suyo: «Hace ocho o nueve años que me di de alta en San Agustín y he salido siempre desde entonces como cirial del Señor». Y ya ha disfrutado como parte de la cuadrilla de Resurrección –«Esperé hasta los 19 años»–, una experiencia que le encantó, aunque «al principio no lo tenía muy claro», confiesa.
Rosario
Nombre:
Adrián Dueñas Jiménez, 21 años
Hermana desde:
Hace unas semanas
Motivos:
Quiere acompañar al Cristo de las Tres Caídas bajo la parihuela, cuando sea posible
Tanto le ha gustado que es ahí, bajo la parihuela, donde quisiera acompañar al Cristo de las Tres Caídas en su próxima salida; y si no, «en la fila de nazareno, con la vela». Lo que ansiaba y ya ha conseguido es ser hermano: «Hace un par de meses envié a través de la web mis datos y después hablamos por redes sociales», y no se olvida de comentar que ya ha pagado su cuota y su medalla, la que hoy mismo le van a imponer.
Su vínculo al Miércoles Santo sí le viene desde pequeño cuando, siempre con su madre, que le apoya en todo, se compraban un asiento en la calle Alhóndiga y era un día diferente a los demás». Y se prendó de «ese andar que tiene Tres Caídas, la belleza de la Virgen, el cortejo tan grande…», una devoción que lleva muy dentro. Echa de menos los ensayos y haber tenido tiempo de crearse su grupo de amigos en la hermandad con los que, como viene haciendo con los que ya tiene, seguro que mantendrá largas charlas. «Una buena conversación cofrade nunca está de más», asegura.
Se ha llevado una gran decepción por no poder salir, aunque es realista y lo veía venir. «Estamos mejor que el año pasado», recuerda, cuando se consolaba con vídeos de procesiones. «Estuvimos despiertos toda la noche viendo la Madrugá de Sevilla». La del 2019, claro.
Está opositando a las Fuerzas Armadas porque tiene vocación de servicio, «como la que están demostrando las cofradías» y le gusta porque «eso es verdaderamente hermandad». Por cierto, no tiene en mente incorporarse a la Armada porque preferiría, cuando apruebe, quedarse cerca de casa. Eso sí, no le queda más remedio que aprenderse, cuanto antes, la Salve Marinera.
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