El verso irrumpió en un Martes Santo de contraste en la ciudad
Semana Santa ·
La Hermandad de La Esperanza congregó al mayor número de personas en una tarde de visitas en todos los templosSemana Santa ·
La Hermandad de La Esperanza congregó al mayor número de personas en una tarde de visitas en todos los templosChema Ruiz España
GRANADA
Martes, 30 de marzo 2021, 23:07
Pasadas las cuatro y media de la tarde, un verso irrumpió en el ruido de los coches que este Martes Santo sí circulaban por la Avenida Fernando de los Ríos, a su paso frente al Parque de las Ciencias. En ese preciso momento, en condiciones normales, la Hermandad de La Lanzada habría iniciado su estación de penitencia, cancelada otro año más a causa de la covid-19. «El tiempo que se va ya nunca vuelve», recitó José Ortega, en el interior de la Parroquia de Nuestra Señora de los Dolores, donde solo se escuchaba el trasiego de vehículos y algún silbido distraído tras su remozado portón. Con esas palabras, comenzó otra jornada de una Semana Santa atípica, de celebración más íntima en contraste con el orden extraño de la vida en Granada, pero que satisfizo a los cofrades de las cuatro hermandades que lo protagonizaron.
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Media hora antes, se abrieron las puertas del coqueto templo. Unas nubes grises propiciaron que del sol únicamente pudiera discernirse su silueta, pero no impedían que alguno de sus rayos torrase la piel de las decenas de devotos que se acercaban y, seguidamente, recorrían el circuito cerrado de acceso para visitar a Nuestra Señora de Los Dolores y al Cristo de La Lanzada. Los titulares aguardaban en una ubicación presidencial, sin su trono y con la cruz de guía como mera espectadora a su derecha. Algo más de 50 personas disfrutaron de los versos que Ortega dedicó a la Virgen y a Jesús en la cruz, tras lo que la banda San Sebastián, de Padul, ofreció un concierto. Al caer la tarde, la cola para visitar a las imágenes creció hasta rondar el centenar antes de que se celebrara la misa de la Hermandad.
«Sentimos tristeza porque no estamos en las calles, pero, sobre todo, una profunda alegría de ver la acogida que tiene la hermandad en el barrio y la cantidad de gente que nos está acompañando en el día de hoy», expresó a IDEAL Dolores Peláez, adjunta al hermano mayor de La Lanzada. «Este día es el típico de La Lanzada, de los que te levantas por la mañana y tienes el gusanito, preguntándote qué va a pasar. Pero, cuando llega la hora de la salida, el sol se pone a la izquierda de la puerta, alumbrando a nuestro Señor y a nuestra Madre. No deja de ser un Martes Santo normal y corriente», apostilló.
Así se desarrolló la tarde en Granada, a medio camino entre la cotidianeidad y la particularidad. No hubo procesiones; en esta ocasión, fueron las mascarillas las que colorearon un día que, en otra tesitura, hubiera llevado al centro de la ciudad a regueros de penitentes, ataviados con túnicas verdes y púrpuras. La guía de la jornada no ofrecía posibilidad de instalarse en algún lugar estratégico desde el que poder disfrutar de los titulares de las cuatro cofradías, sino a visitar cada uno de los templos. En la iglesia de Santo Domingo, la fila de devotos compartía espacio con la terraza del café-bar que recibe el mismo nombre, llena, aunque acabó rodeándola por completo.
Una confrontación peculiar que no permitió el olvido de las medidas de seguridad. Al circuito cerrado, la Hermandad del Señor de la Humildad y la Soledad de Nuestra Señora, conocida como La Cañilla, agregó un control del aforo continuo y la toma de temperatura previa al acceso al templo. «Es ilusionante la manera en la que lo estamos llevando, la manera en la que los hermanos y cofrades granadinos están asistiendo a venerar a nuestros titulares», expresó a IDEAL Germán Bolívar, el hermano mayor de la cofradía. «Granada está demostrando que somos cofrades y queremos ver nuestras capillas. Hay una larga cola, pero con nuestras medidas de seguridad y de sanidad. La gente se está portando bien y todos están haciendo un esfuerzo», abundó.
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La Parroquia de San Gil y Santa Ana congregó a la mayor cantidad de gente. A la hora en la que habría comenzado la procesión de Jesús del Gran Poder y Nuestra Señora de la Esperanza, la fila se extendía desde las puertas de la iglesia hasta la Cuesta de Gomérez, y continuaban sumándose devotos. En el interior, goteaban los granadinos, que dejaban flores, tomaban fotografías y se paraban a rezar. «Es como un 18 de diciembre -día de la Virgen de la Esperanza- sin frío y un poco agridulce, pero la sensación en general es muy buena», destaca Manuel Alejandro Amador, hermano de la cofradía.
Lleva 25 años vinculado a la hermandad, aunque ahora es camarista de la Virgen. El año pasado, fue el pregonero oficial de la Semana Santa y tiene claro que este encuentro, aunque con su peculiaridad, «es mejor, sin duda alguna». «El Martes Santo del año pasado estábamos todos en casa encerrados. El que más, en chándal; el que no, en pijama. Hubo varios momentos en los que yo sentí la necesidad de la presencia física de la imagen y no pude tenerla. Este año estamos al lado de la Virgen todo el tiempo», argumenta. Coincide con el hermano mayor de la cofradía, Francisco Fernández, en que, pese a no procesionar, «no deja de ser bonito que sea la calle la que venga a la hermandad». «La esperanza es un imán que a todos nos aferra. Muchos vienen por sus problemas de enfermedad, otros por sus problemas laborales, otros están a punto de dar a luz… Todo se junta aquí», apostilla Fernández.
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La Hermandad del Vía Crucis, para garantizar la seguridad de sus fieles, celebró el Martes Santo de forma más íntima, destinada casi en exclusiva a los 90 cofrades que obtuvieron una papeleta para el rezo con el que concluyó su particular jornada. «Yo no diría que es agridulce, sino que pienso que es dulce, puesto que poder vivirlo aquí en hermandad, junto con nuestros titulares, poder recibir a todos los cofrades y a los granadinos es un orgullo», expresó Vicente Gomariz, el hermano mayor más joven de la Semana Santa granadina, en el interior de la iglesia de San Juan de los Reyes. A sus puertas, aguardaron varias decenas de devotos; en el interior, se respetó la solemnidad que suele acompañar a su estación de penitencia.
No hubo niños que buscasen cera ni gotas caídas de las velas que hicieran resbalar. Los vehículos atravesaban sin problemas la calle Ángel Ganivet, cuyas terrazas se encontraban abarrotadas. «Chicas, buenas tardes, ¿os apetece tomar algo?», interrumpía un 'relaciones públicas' a un grupo de jóvenes que paseaba por allí. En alguna mesa, incluso se cuestionaban la fecha: «¿Hoy es Martes Santo?». En la Carrera de la Virgen, no sonaban las pisadas de una muchedumbre creciente con el paso de la tarde, que caminaba al ritmo que marcó el silbido de un artista callejero. Sonó a despedida, a un «hasta pronto».
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