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El deshielo temprano y la pérdida del manto de nieve de Sierra Nevada hará que Cetursa debata en esta semana debata la fecha de cierre ... de la estación de esquí. La temporada se inauguró el 3 de diciembre y, salvo blanca sorpresa, da sus últimos coletazos mientras que el año pasado, por ejemplo, se aguantó hasta finales de abril. La estación suma en esta campaña 120 días abierta. Los años pandémicos, con 112 y 122 días, habían sido los más cortos hasta la fecha para la estación por razones obvias. El récord en su apertura en los últimos 20 años fue hace 10 cuando se aguantó 184 días, según datos facilitados por Cetursa. Ese escenario hoy y con este clima parece inimaginable. El mercurio aprieta. Granada se enfrenta a una primavera calurosa y registra, con 21,65 grados de media, la cifra más alta del último siglo. Las huellas del cambio global son visibles y la naturaleza se transforma deforma vertiginosa.
En 2009, el pico de espesor del manto de nieve de Sierra Nevada se situó en los 600 centímetros. Actualmente, son 100. Sierra Nevada tiene el manto más fino de los últimos 14 años, desde que el portal Infonieve recopila datos. El promedio de la temporada es de 73,3 centímetros, frente a los 342,9 registrados el primer año que se hizo recuento.
La cobertura de la nieve también ha variado considerablemente. El promedio de los kilómetros esquiables era en 2010 83,9 kilómetros de los 111 que suelen suponer la apertura de todas las pistas. En el presente han sido 45,2 kilómetros. La caída es de casi la mitad de la superficie esquiable, más de un 46%.
Si bien aunque el año con menos kilómetros esquiables fue 2015, con 35,8 kilómetros hay que tener en cuenta los cañones de nieve. Actualmente, la sierra tiene 210 disponibles, 77 de ellos incorporados en 2021, por lo que sin estos instrumentos el déficit de nieve este año habría sido más notable.
Regino Zamora, catedrático de Ecología y coordinador científico del Observatorio de Cambio Global de Sierra Nevada, nos resume el trabajo de un amplio equipo de científicos de la Universidad de Granada. Los investigadores han observado una progresiva disminución de la cubierta de nieve en los últimos 40 años. A partir de imágenes de satelitales proporcionadas por Landsat-5-7-8, un proyecto de la NASA que suministra imágenes de alta resolución para monitorear la tierra a gran escala, han podido cuantificar los cambios en la cubierta de nieve. Las imágenes que han tomado de cada año corresponden al período hidrológico que comprende los meses de octubre a mayo, cuando la probabilidad de encontrar nieve en la Sierra es mayor.
Zamora explica que se constata una tendencia generalizada hacia la disminución de la cubierta de nieve en los últimos 40 años en Sierra Nevada. Es cierto que hay mucha variabilidad entre años, y algunos años han sido más húmedos y fríos que otros, pero, en general, la cobertura de nieve en la Sierra está experimentando una reducción durante las últimas décadas, lo cual se corresponde con el incremento de temperaturas que se observa en todo el planeta, sumado a la irregularidad y escasez de precipitaciones que caracteriza al clima mediterráneo.
El observatorio tiene estaciones meteorológicas repartidas por la Sierra. Tras analizar y cruzar los datos de algunas de ellas con características similares, se observa que las precipitaciones han caído un 67,07% entre febrero de 1993 y febrero de 2023.
«Es simple. Cada vez hace más calor y tenemos menos agua. Esto afecta a los ecosistemas de Sierra Nevada, a la agricultura y la ganadería y a todos los que vivimos en la ciudad», resume el experto. «La flora y fauna están adaptadas al estrés ambiental asociado al clima de las montañas mediterráneas. Sin embargo, su tolerancia frente al cambio climático tiene límites. Por ejemplo, la floración de las plantas es ahora mucho más breve y los árboles tiran las hojas antes, por la falta de agua, mientras que los animales buscan refugio en los rincones más húmedos y frescos de la Sierra», explica. «Nosotros, en las ciudades y entornos humanizados, donde se crean islas de calor, lo tenemos más complicado. Por ejemplo, ahora mismo prácticamente todas las cuencas hidrográficas de España son deficitarias para nuestras actuales necesidades de consumo en ciudades y campos. Tenemos que promover la adaptación de las ciudades, los agrosistemas y los ecosistemas naturales a los nuevos escenarios climáticos. El incremento en la aridez hace que nuestro clima Mediterráneo sea cada vez más cálido y seco, similar al Norte de África», sentencia. Zamora anima a los lectores a consultar el último informe Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC) que detalla para todos los públicos su evolución en los últimos años. Nos da también la buena noticia de que los investigadores del proyecto SmartEcomountains (Universidad de Granada-Lifewatch) están desarrollando Remote Nevadensis (RN), un sistema de seguimiento automático por teledetección del estado de salud de los ecosistemas, que permitirá detectar cambios de una forma rápida en el funcionamiento de los ecosistemas, además de hacer predicciones de su evolución. Dicha herramienta estará disponible a partir de junio.
Manuel Villar, investigador del Departamento de Ecología de la Facultad de Ciencias, advierte de los efectos del clima en las 74 lagunas de la Sierra. Algunas desaparecen o se alteran. «El deshielo es muy prematuro. Cada año es más intensa la sequía y hemos llegado a un periodo críticamente seco. Es catastrófico para las lagunas y el caudal ecológico de los ríos», comenta. «El ecosistema sufre estrés hídrico. La Sierra es nuestro gran embalse y reserva de agua, hay que cuidarla», aporta.
Los agricultores sufren ya en sus carnes la disminución de nieve. «El agua del deshielo es imprescindible en la Alpujarra, la Contraviesa, la Costa o la Vega de Granada. Llega a los acuíferos, pero cada vez es menor y nos vemos obligados a reducir los cultivos o dar menos riegos. Lo vamos a pasar mal, no hay dotación de agua suficiente para las cosechas», manifiesta Miguel Monferrer, secretario provincial de COAG.
Por su parte, Ordoño Vázquez, presidente de la Asociación de Empresarios de Sierra Nevada, pide que no se cree alarma por la pérdida de nieve. «Debemos esperar a ver cómo evoluciona antes de crear alarma. Antes ha habido otros años aislados como este», indica. Vázquez es «consciente» de que este año las precipitaciones han sido escasas y las temperaturas superiores a lo esperado, algo que ya ha ocurrido anteriormente. «Son episodios cíclicos», reitera. «Llevamos años trabajando y seguiremos trabajando para estar preparados ante cualquier eventualidad y la posible falta de precipitaciones. Somos sensibles con el medio ambiente e innovamos para que nuestro impacto sea mínimo», señala.
A pesar de la falta de nieve, el empresario destaca que ha sido una temporada positiva. Se alegra de que la subida de las temperaturas beneficie al sector turístico de la Costa. «Con el calor, el cuerpo pide playa y no subir a la nieve. Es un gran año para el litoral», subraya. De hecho, esta Semana Santa los hoteles de la Sierra estarán ocupados a45% y en Almuñécar llenos.
A pesar de haber sido una temporada meteorológicamente complicada, la estación ha respondido bien a esta situación y mantenido una amplia oferta esquiable durante los meses centrales de la temporada: La estación ha mantenido 4 (Veleta, Borreguiles, Loma de Dílar y Río) de sus 6 zonas esquiable desde el 20 de diciembre hasta hoy; y las 6 zonas abiertas (las anteriores, más Parador y Laguna) desde 28 de enero hasta el 16 de marzo.Para ello ha sido determinante la inversión tecnológica vinculada a nieve producida y acondicionamiento de pistas. El resultado es que, a falta de cerrar el balance oficial de la temporada 22/23, ha sido una gran temporada en afluencia, generación de actividad, y empleo, y facturación.
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