Rocío R. Gavira
Domingo, 12 de octubre 2014, 00:23
La muerte de Excálibur, el perro de la sanitaria contagiada por el Ébola en España, no dejó indiferente a nadie. Unos estábamos espantados por las prisas que le entró al Gobierno de sacrificar al animal, inocente él, sin comprobar previamente siquiera si estaba infectado o no por el mortífero virus. Y otros permanecían asombrados -y seguirán así- porque la gente quiso ayudar a Excálibur. Solo era un perro, ¿no? Para qué molestarse por un animal.
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