Rocío R. Gavira
Domingo, 2 de noviembre 2014, 01:30
A cualquier crío que le guste el mundo animal, una de sus ilusiones es tener un perro. Recuerdo cuando mi hermano y yo éramos pequeños la de veces que les dimos la lata a nuestros padres con la cantinela de queremos un perritooo, por faaa. Y cuando te decían una y otra vez no, venía el ¿por qué no se puede, por quéee?. Aquellas mentes infantiles solo querían un amigo peludete, no entendían que mamá le tuviera miedo a los perros porque con cuatro años le mordió uno. Ahora, cada vez que bajamos a Algeciras, mi madre mima como nadie a Trufa. Desapareció el miedo.
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