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La otra burbuja de La Casera africana

La otra burbuja de La Casera africana

La popular gaseosa está en el epicentro de un conflicto laboral en Nigeria. Los empleados se quejan: «Nos consideran monos negros»

gerardo elorriaga

Martes, 22 de septiembre 2015, 12:11

No, no nos conformamos con platos exquisitos, postres deliciosos y licores añejos. ¿Qué no hay La Casera? Pues nos vamos. El mensaje publicitario hizo furor en los ochenta y convirtió a la gaseosa en líder del sector en nuestro país, en un comodín que acompañaba a la tortilla de patatas y servía para hacer experimentos sin riesgos, según aconsejó Eugenio dOrs. Pero la globalización también ha distorsionado eslóganes y señas de identidad, incluso hasta extremos surrealistas. Los trabajadores de la empresa La Casera Company PLC en Lagos (Nigeria), que hoy pertenece a una firma india, protestan por el cierre de su fábrica y advierten que este es un caso de flagrante xenofobia. Los empleados aseguran que el trato recibido demuestra que «algunas personas de la India nos siguen considerando monos negros».

La mundialización económica explica este extraño y efervescente conflicto. Aquella firma creada por los hermanos Duffo en el Madrid de posguerra se convirtió en hegemónica durante los tiempos del relativo aislamiento español y fue absorbida por grupos de inversión y entidades extranjeras en los noventa, tras el ingreso en la Comunidad Europa y la plena integración del país en la economía mundial. Curiosamente, uno de los primeros accionistas extranjeros fue Julio Santo Domingo, el patriarca de una poderosa familia colombiana que, con el tiempo, ha llegado a emparentar con el clan principesco de Mónaco gracias al enlace de su nieta Tatiana y Andrea Casiraghi, el sobrino de Alberto. A lo largo de las últimas décadas, la entrañable Casera ha formado parte de varias empresas, a su vez fagocitadas por otras mayores en el habitual juego de compraventas. A principios del presente siglo entró en la órbita de Orangina, una gran compañía francesa convertida en el tercer fabricante de refrescos sin alcohol detrás de Coca Cola y Pepsi. Las estrategias empresariales no cesaron y, hace seis años, el grupo japonés Suntory se hizo con esta entidad que comercializa marcas tan conocidas como la originalmente suiza Schweppes o la también carpetovetónica y aún más longeva Trina, fundada en los treinta. Este periódico se ha dirigido a la filial española para recabar información sobre su relación empresarial o contractual con la controvertida firma india, pero no ha habido respuesta al respecto.

Comer tres veces al día

Que los nigerianos crean que algo tan literalmente doméstico como La Casera proviene de Bombay demuestra que el liberalismo económico confunde nacionalidades y que, por desgracia, el estudio del castellano aún no causa furor en la primera potencia africana. En cualquier caso, sorprende que la gaseosa hispana se haya implantado entre los hábitos alimenticios de los nigerianos, al menos de su clase media, en torno al 11% de sus 176 millones de habitantes. Se trata de un colectivo que se caracteriza por poseer electrodomésticos tan preciados en un país tropical como son los frigoríficos y que también disponen de generadores que impiden que los alimentos guardados en las neveras se estropeen al interrumpirse el suministro energético, circunstancia harto frecuente en el país. Estos son los nigerianos que disfrutan del lujo de comer tres veces al día, otro hábito que carece la mitad de la ciudadanía, que sobrevive bajo el umbral de la pobreza. Y quien puede hacerlo suele hacerlo acompañado de la refrescante y carbonatada bebida.

El conflicto laboral, sin embargo, puede arruinar la bonanza de La Casera en las cocinas mejor surtidas de Nigeria. Los medios de comunicación locales hablan de 700 operarios despedidos en la planta de Lagos que, tras encontrarse en la calle por el cierre patronal, denuncian haber padecido abusos como las cortapisas a la sindicalización o la existencia de duras condiciones de trabajo durante los quince años de actividad.

Los propietarios indios, por su parte, aseguran que se ha producido allanamiento de los locales y vandalismo, y que han cerrado las puertas de la fábrica «al no poder garantizar la seguridad de sus empleados inocentes». Estas acusaciones han molestado sobremanera a los obreros que se han defendido afirmando que ellos no son «matones».

El problema laboral, con tintes neocoloniales, puede enturbiar la imagen de la India en Nigeria, convertido en el mayor receptor de sus inversiones en África. La ubicuidad de China ha ocultado la presencia de Nueva Delhi, el otro gigante asiático, demandante del petróleo nigeriano y con grandes intereses tanto en la extracción mineral como en la incipiente industria manufacturera local. La dimensión de estos intereses hace pensar que, aunque definitivamente Nigeria se quede sin La Casera, aquí nadie se levanta de la mesa.

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