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La yakuza afila sus espadas

La yakuza afila sus espadas

Una escisión en la familia más poderosa de la mafia nipona y jóvenes más violentos auguran tiempos sangrientos

fernando miñana

Miércoles, 30 de septiembre 2015, 02:33

A Jake Adelstein se las hacían pasar canutas en el colegio porque le gustaba más el teatro que el deporte. Un profesor, al verlo tan agobiado, le sugirió que aprendiera karate. Cuando ingresó en la universidad de Missouri, tal vez inspirado por las artes marciales, comenzó a estudiar japonés. Pero antes del segundo curso se marchó a Japón y vivió en un templo budista durante un tiempo. Al final, cuando ya dominaba el idioma, se puso a trabajar en el Yumiuri Shimbun, el periódico de mayor tirada del mundo, con más de diez millones de ejemplares entre las dos ediciones que imprimen cada día.

Tatuajes que recorren todo el cuerpo

  • retrato de un yakuzaç

  • Una de las características de la yakuza es que muchos de sus miembros lucen tatuajes. Algunos llevan sobre la piel dibujos que ocupan toda la espalda o los brazos que tardan semanas en completarlos. La falta de algún dedo también es un distintivo claro de estas familias del crimen organizado.

  • Peinados para diferenciarse del resto

  • Uno de los objetivos de los yakuza es diferenciarse del resto de japoneses. De ahí sus tatuajes y, en algunos casos, peinados con gomina con todo el pelo hacia atrás. Otros se tintan la cabellera para distinguirse del característico pelo moreno de sus compatriotas.

  • La estructura es similar a la de una familia

  • Al frente de la banda está el padrino, el jefe, que en Japón es conocido por el nombre de oyabun. La jerarquía está muy marcada y va bajando a través de hermanos o hijos del capo.

  • 80.000 miembros tiene la yakuza actualmente, según los cálculos de la policía de Japón.

Este escritor y periodista estadounidense terminó haciendo buenos contactos en Kabukicho, el barrio rojo de Tokio por donde campa a sus anchas la yakuza, la mafia nipona. Durante años se movió con gran habilidad entre el hampa y la policía. Gracias al giri, el concepto de reciprocidad, conseguía información de ambas partes. La de los agentes del orden era confidencial y a cambio obtenían la de los yakuza, a quienes no les importaba que se aireara porque siempre iba dirigida a mermar las bandas rivales.

Jake Adelestein acabó convirtiéndose en el mayor experto occidental sobre la yakuza, el crimen organizado asombrosamente asentado en Japón desde hace siglos, y acabó viviendo bajo protección policial y moviéndose en coche con un chófer que renunció, tras la pertinente amputación del dedo meñique, a la yakuza. «La extorsión, el asesinato, el tráfico de personas y la corrupción son tan familiares como los fideos ramen o el sake», revela el escritor en su libro Tokio Vice, donde hace un retrato de la mafia.

Algunos sitúan el origen del crimen organizado en Japón en 1612. El punto de partida serían samuráis que defendían a las aldeas de los ronin, samurais sin dueño, mercenarios especializados en el saqueo y la delincuencia. Por aquellos ancestros se puede entender que los yakuza no estén mal vistos en la sociedad moderna. Porque siglos atrás eran como una especie de Robin Hood con katana.

50 empresas en la Bolsa

Aunque un origen más fidedigno estaría en el final del siglo XIX; cuando el Japón tradicional se transforma en uno más moderno. Las familias de la yakuza pasan a controlar actividades como el juego. Pero su auge se produjo en el país que intenta rehacerse tras la IIGuerra Mundial, cuando se encargaron de avivar con premeditación el mercado negro. Durante décadas controlaron la prostitución, el tráfico de drogas, el juego y la pornografía, pero aprovechando la burbuja económica de los 80 y los 90 se hicieron fuertes en el mundo financiero. Según Tokio Vice, más de 50 empresas que cotizan en la Bolsa de Tokio se les conoce algún vínculo con la Yakuza.

Japón es una nación muy segura. Se produce un asesinato por cada 200.000 habitantes cada año, una tasa tan baja como la de Islandia o Suiza. En Estados Unidos, por ejemplo, las posibilidades de morir asesinado se multiplican por diez. Pero, en cambio, la policía estima que las grandes familias de la mafia cuentan con 80.000 efectivos, mientras que en Estados Unidos, en los tiempos de Al Capone, no eran más de 5.000.

La vieja guardia de la yakuza está formada por gente educada y muy respetuosa. Gánsters, pero caballeros. Las nuevas generaciones, por contra, son más sanguinarias y despiadadas, y muchos medios se refieren a estas facciones usando el término boryokudan (grupos violentos). Esto preocupa a la Policía, que teme un rebrote de la violencia similar al padecido en 1984, el inicio de cinco sádicos años con 30 asesinatos y más de 70 heridos.

Unido a este endurecimiento en sus métodos, otro factor permite augurar años sangrientos. El motivo es la escisión que se ha producido en la familia más poderosa de la yakuza. Son los Yamaguchi-Gumi, de donde sale la mitad de los efectivos de la mafia repartidos en cientos de clanes.

La estructura de la yakuza es como la de una familia. En la punta de la pirámide, el padrino, el oyabun, desde donde empiezan las ramificaciones a través de unos hijos (wakashu) y hermanos (kyodai) no necesariamente reales. Todos prometen obediencia a cambio de protección, dinero y posición social. La policía conoce perfectamente a todos los capos, pero es casi imposible echarles el guante porque las acciones delictivas siempre las comete alguien de menor rango.

No es fácil acabar con ellos, aunque muchos ven en sus alianzas políticas y sus encuentros habituales con ministros y toda clase de políticos la razón de su invulnerabilidad. El Gobierno aprobó en 1992 una ley contra el crimen organizado y desde 2011 prohíbe a los ciudadanos realizar transacciones comerciales con la yakuza.

La familia de los Yamaguchi-gumi celebra este año su centenario. Harukichi Yamaguchi, proveniente de un linaje de estibadores de Kobe, fundó la organización en 1915. La revista Fortune afirma que facturan 70.000 millones de dólares al año, aunque otras fuentes hablan de 15.000 millones. Para lavar su prestigio social, los Yamaguchi-gumi son solidarios y en 2011, tras el tsunami, enviaron más de 70 camiones con ayuda a las zonas damnificadas. Como ya habían hecho en 1995 después del terremoto de Kobe.

Campos de formación

Muchos yakuzas son reconocibles por sus enormes y trabajados tatuajes. Algunos, incluso, de cuerpo entero. También es habitual verlos con el pelo tintado o rizado para diferenciarse del resto de japoneses. Los novatos reciben instrucción en los campos de formación que poseen fuera de la capital.

Adelstein supo lo que supone husmear bajo las alfombras de la yakuza. Ahora ya no puede subir al metro porque es muy probable que no salga vivo. Su casa está vigilada por la policía y el periodista transita por Tokio acomodado en los asientos de un Mercedes S600 negro con chófer.

Juzo Itami, un mordaz director de cine nipón, retrató a la mafia en una de sus películas (Mimbo o el arte apacible de extorsión japonesa) y no lo hizo del modo caballeroso que a ellos les hubiera gustado. Días después del estreno fue atacado a la puerta de su casa y resultó gravemente herido. Cinco años más tarde, en 1997, se suicidó y todo apunta a que detrás de su muerte, en realidad, se encontraba la mano sangrienta de la yakuza.

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