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antonio corbillón
Martes, 12 de enero 2016, 02:45
Útimamente todo el mundo quiere huir de Oriente Medio por ser una de las zonas más calientes del globo. Pero no los estorninos, que llegan en bandadas de docenas de miles desde Rusia y el Este de Europa para pasar el invierno en las zonas desérticas de Israel, Jordania o Siria. Uno a uno parecen unos pajaritos muy vulnerables. Pero su sentimiento gregario les convierte en una de las mejores metáforas de la capacidad de supervivencia cuando se impone lo colectivo. Apiñados y compactos se defienden de cualquier ataque, se mantienen calientes unos a otros e intercambian información sobre dónde encontrar comida y agua. Las rapaces merodean alrededor sin lograr un resquicio para meter sus garras.
Incluso les quedan energía y fuerzas para componer arte en movimiento, como esta enorme ballena que vuela sobre los cielos de Israel. Es su danza ritual antes de plegar sus alas y pasar la noche. Belleza efímera y casual en Neot Hovav, capital del desierto del Negev y el principal vertedero de residuos peligrosos israelí. Mientras, en las capitales de la adoquinada Europa se temen los efectos de estos migrantes sin más pasaporte que su capacidad para sobrevivir.
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