MANUEL J. PIMENTEL
Viernes, 22 de enero 2016, 10:53
Cuatro años ha permanecido anclado el Costa Concordia desde el accidente del 13 de enero de 2012, cuando se hundió junto a la isla Giglio en Italia. Una arriesgada maniobra del capitán Schetino, que se acercó a la costa más de la cuenta, hizo que el buque chocara con una enorme piedra que provocó su hundimiento, en el que 32 personas perdieron la vida.
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El capitán huyó del barco cuando aún quedaban dentro cientos de los 4.200 pasajeros que viajaban en él, hecho por el que ha sido condenado a 16 años de cárcel.
El lujoso crucero, de 290 metros de largo, contaba con 505 habitaciones, 58 suites, piscinas, spa, jacuzzi, gimnasio, restaurantes, bares, un teatro de tres pisos, casino y discoteca. Todo ha quedado totalmente destrozado.
Unas escalofriantes fotografías tomadas recientemente durante los trabajos de desmantelamiento del buque, son testigo de los estragos que ha provocado el efecto del mar durante todo el tiempo que se ha mantenido anclado.
De aquel inmenso complejo de lujo ahora sólo quedan escombros. Nada queda del impresionante hall de la entrada ni de su decoración de madera de nogal. Los pasillos, totalmente anedados de agua, ahora son un hervidero de algas y las habitaciones de pasajeros se han convertido en auténticas celdas de prisión marinas.
El desalojo a toda prisa del barco obligó a los que querían salvar su vida a dejar olvidados en él sus objetos y maletas, la discoteca y los restaurantes son un amasijo de escombros y del colorido y animado casino ahora solo queda el metal oxidado.
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