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DARÍO MENOR
Lunes, 19 de septiembre 2016, 00:22
Las autoridades italianas van a tener que acabar obligando a las redes sociales a dejar un espacio en sus pantallas donde puedan leerse mensajes similares a los de las cajetillas de tabaco, en los que se advierta del peligro, incluso mortal, que supone su mal uso. Sin este espacio etéreo en el que la parte más cruel del ser humano se agazapa tras la distancia y el anonimato, probablemente Tiziana Cantone no se habría quitado la vida el pasado martes. Lo hizo tras algún intento anterior de suicidio debido al agujero negro en que se encontraba tras alcanzar la fama, a su pesar, por medio de varios vídeos suyos con contenido sexual que comenzaron a circular desde abril de 2015 en internet y a través de los móviles.
Sin la distorsión de la realidad que provocan estas tecnologías en algunas personas tal vez tampoco habría sido violada la muchacha de 17 años a la que forzaron la pasada primavera, aunque el suceso no se supo hasta hace unos días, en una discoteca de Rímini después de emborracharse hasta las trancas con dos amigas. Un tipo de 22 años abusó de ella en el baño sin que se lo impidieran las otras chicas ni pidieran ayuda. Todo lo contrario: sacaron sus móviles, grabaron la violación mientras se reían a carcajadas y luego se dedicaron a distribuir el vídeo por WhatsApp. Se lo enviaron incluso a la propia víctima, que ha acabado destrozada y no quiere salir de casa. Gracias al apoyo de su madre ha presentado finalmente una denuncia y la Justicia investiga ahora al supuesto violador y a las dos falsas amigas.
También están en el punto de mira de la Fiscalía los cuatro tipos a los que Tiziana Cantone, de 31 años y residente en Nápoles, les envió los vídeos en los que se le veía practicando sexo con varios hombres. Estas grabaciones acabaron siendo difundidas vía internet y teléfonos móviles. Se hicieron tan famosas que inspiraron cientos de parodias a través de las redes sociales y la frase que decía la chica («¿Estás haciendo un vídeo? Bravo») ha acabado en camisetas, tazas, pegatinas y otros objetos de recuerdo. Fue tan grande la repercusión que Cantone no podía ni salir de casa porque la gente le reconocía por la calle: tuvo que dejar el trabajo y cayó en una profunda depresión que le acabó llevando al suicidio. Ahora la Justicia investiga a los cuatro receptores de sus grabaciones por haberlas difundido ulteriormente sin que su protagonista les hubiera dado su consentimiento. Podrían ser acusados de instigación al suicidio.
Según las actas judiciales, Cantone les envió «voluntariamente y con plena conciencia» seis vídeos, en algunos de los cuales se le veía manteniendo relaciones sexuales con un hombre; en otros, con dos.
Vengarse de su ex
Las imágenes eran la brutal forma con que pretendía vengarse de su expareja, al que tachaba de «cornudo», aunque al final han provocado su propia caída. Asfixiada por la espiral en que había entrado, la joven sólo quería comenzar una vida diferente partiendo desde cero. Consiguió una nueva identidad e inició una batalla judicial para lograr el derecho al olvido que tan difícil resulta conseguir en internet. El proceso concluyó la semana pasada con una sentencia que tuvo una parte de cal y otra de arena: por un lado, ordenó suprimir los vídeos y los comentarios relativos a Cantone, aunque reconoció que resultaba imposible hacerlos desaparecer del todo, pues las imágenes habían sido descargadas más de 200.000 veces; por otro, condenó a Cantone a pagar 20.000 euros de costas al considerar que las grabaciones fueron consentidas.
El fallo supuso la puntilla para esta mujer de cuerpo escultural y débil personalidad, que tuvo problemas con el alcohol en el pasado e intentó quitarse la vida al menos dos veces desde que se convirtió en objeto de burla de media Italia por sus vídeos sexuales.
«Mi sobrina ha sido asesinada por la red y por la indiferencia de muchos», se quejaba una de sus tías. Su madre, Maria Teresa Giglio, le echaba la culpa al exnovio, que según cuenta le obligaba a mantener relaciones con otros hombres mientras él la grababa. «Aunque en el garaje donde se quitó la vida Tiziana estaba sola, quienes le han estrechado el nudo alrededor del cuello moralmente son el exnovio y quienes se han aprovechado», denuncia Giglio, quien recuerda así los últimos días de su hija: «Fueron tremendos. La cuestión del pago de las costas y de la injusticia recibida, su nombre dando vueltas por todo internet, la desilusión por la relación con su 'ex', la responsabilidad de tener que afrontar otros procesos y estar otra vez en la picota... Ella sólo quería olvidar».
El suicidio de Cantone y la violación de la chica en Rímini mientras la grababan por el móvil han conmocionado a los italianos. Tertulianos, expertos y ciudadanos de a pie se preguntan acerca de los peligros de las redes sociales no sólo para los menores de edad y sobre cómo el mundo virtual altera la empatía de algunas personas hacia quienes sufren. Italia, en definitiva, se asusta al ver el lado más oscuro de la 'generación selfi' mientras no falta quien recuerde la complicidad de la legión de usuarios de internet que comparten contenidos de los que deberían avergonzarse.
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