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antonio paniagua
Lunes, 20 de marzo 2017, 01:26
Casi nadie los quiere en pintura. La costumbre de ministros y otras autoridades de quedar inmortalizados para la galería con retratos empieza a ser impugnada. Ha quedado demostrado con la presentación de cuadro del exministro José Ignacio Wert. A la exhibición del lienzo se invitó discretamente a la prensa. Estaba permitida la presencia de fotógrafos pero no de redactores. Pocos comprenden que en época de recortes se encargue a un pintor el enaltecimiento del alto cargo. Es una tradición que para algunos destila cierta sumisión cortesana y además resulta anticuada. Sin embargo, se sigue haciendo por fidelidad a tiempos pasados. Pocos se han salido del tiesto. Juan Fernando López Aguilar y Pilar del Castillo han sido los únicos que han confiado en su talento y pintado su autorretrato. Cuestiones artísticas al margen, con su decisión ahorraron al erario público una buena suma.
Cuando se supo que el retrato de Francisco Álvarez Cascos, extitular de Fomento, iba a costar 190.000 euros, se montó tal controversia que al final se rescindió el contrato con el pintor Antonio López, elegido por el político. La sucesora de Cascos, Ana Pastor, se decantó por un artista más asequible. Del prócer asturiano hay sobrados testimonios gráficos. No en balde ya existe un retrato oficial por su condición de exvicepresidente del Ejecutivo.
Una regla no escrita encomienda al ministro de turno encargar un cuadro con la figura de su antecesor. Por esa misma costumbre inveterada, el protagonista elige al autor. Cascos no reparó en gastos y se inclinó por uno de los más caros. Magdalena Álvarez, que tomó el testigo de Cascos, rompió con la cortesía. Álvarez nunca tuvo aprecio por su homólogo y se negó a colmar la vanidad del antiguo ministro. Sin embargo, el también socialista José Blanco sí que satisfizo las apetencias iniciales de Cascos y cursó la petición. Cuando se supo la noticia y el precio de la pintura hubo una rebelión en internet y hasta se debatió una interpelación parlamentaria para esclarecer el asunto.
López Aguilar, con acreditadas dotes para la caricatura, prometió que cuando saliera del departamento haría su autorretrato. Cumplió su palabra y dio el salto al óleo, «que no es nada fácil». «Necesité 19 días para hacerlo. Cada día le dedicaba al menos siete u ocho horas. Ni siquiera me reembolsé el coste de los materiales, y eso que pintar es muy caro. En aquel momento no había austeridad y entregué gratis el cuadro», dice el hoy europarlamentario socialista. López Aguilar quiso representarse con toga y puñetas, con el atuendo que lucía cada año en la inauguración del curso judicial como ministro de Justicia. Reconoce que lo más difícil fue recrear con fidelidad el encaje de los puños y la filigrana de la cruz de San Raimundo de Peñafort, que se concede a todos los titulares de Justicia. Eso sí, se tomó la licencia de esconder entre los brillos plateados del collar una insignia con el puño y la rosa, el símbolo del partido socialista. Una decisión que disgustó a la Asociación Profesional de la Magistratura, de orientación conservadora. «Un hijo pequeño me emborronó el cuadro con una brocha sin querer, justo cuando lo estaba ejecutando, y tuve que repasar la toga», apunta López. El cuadro está teñido de cierta lobreguez, como la que había en el interior del palacio de la Marquesa de la Sonora, sede de su ministerio.
Rafael Cidoncha (Vigo, 1952) ha llevado al lienzo a los exministros Isabel Tocino, Virgilio Zapatero, Pío Cabanillas y Ana Pastor. El último en posar para él ha sido José Ignacio Wert, antiguo titular de Educación y Cultura. «Es un buen modelo, es muy escultórico. Le he sacado de lado porque hay mucha psicología en ese giro. Con ello, he querido reflejar su perspicacia e inteligencia».
Más fotos y menos cuadrosPara inmortalizar al personaje, el artista mantiene primero una larga charla con el modelo y luego le somete a una sesión fotográfica. Unos se avienen con más solicitud que otros a posar. «Wert pasó mucho calor, pero yo quería que estuviera con corbata. Le pinté en París, donde tengo un pequeño estudio».
El lienzo de José Bono como presidente del Congreso costó un dineral. Nada menos que 82.600 euros. Pidió a su pintor que le dibujara la bandera de España en un gemelo. El diputado que le antecedió en el cargo, Manuel Marín, optó por una fotografía de Cristina García Rodero, Premio Nacional y la primera española que ingresó en la Agencia Magnum. No fue barata, pero al menos costó tres veces menos que la obra de Bono (24.780 euros).
Cidoncha no quiere desvelar su caché, aunque su cotización debe ser elevada a juzgar por las personas que han reclamado sus servicios, entre las que figuran Lee Radziwill, hermana de Jackie Kennedy, y el escritor Vargas Llosa. «El precio del retrato de Wert es inferior al que se dice [se ha publicado que la factura se eleva a 20.000 euros]. La prensa se equivocó completamente. No digo el precio porque no me parece educado, pero se sabrá porque lo ha pagado el Ministerio de Cultura y su precio se hará público».
En calidad de expresidente de la Comunidad de Madrid, Gallardón apostó por Hernán Cortés como retratista. Su cordial enemiga y sucesora, Esperanza Aguirre, descorrió con el exministro la tela que cubría el lienzo, en el que Gallardón se vio muy rejuvenecido.
Durante las horas que tienen que pasar ante sus pinceles, los clientes de Cidoncha a veces confiesan sus intimidades ante el artista, que ha sido bautizado por algunos como el pintor de la jet. «En ocasiones es como tumbarse en el diván del psicoanalista», alega Cidoncha. Francisco Vázquez, que fue alcalde de la Coruña y embajador de España ante la Santa Sede, le pidió que le pintara con uniforme de diplomático y exhibiendo sus condecoraciones. Tuvo que pintar nada menos que 15 medallas. «Fue un desafío y un trabajo complicadísimo por la dificultad de reproducir el oro. En su día levantó mucha polémica en La Coruña». No acaban ahí los caprichos. El exministro de Defensa, Julián García Vargas, quiso que apareciera en su autorretrato un caza. Cidoncha satisfizo la petición recreando sobre la mesa una maqueta del avión.
Desempeñar más de una responsabilidad oficial no es óbice para que se pinte un nuevo retrato. Bono eligió para las paredes del Ministerio de Defensa a Hernán Cortés y para el Congreso de los Diputados al artista Bernardo Torrens, el mismo que inmortalizó a otro presidente de la Cámara baja: el socialista Félix Pons.
Federico Trillo autorizó que el autor de su cuadro, el pintor malagueño Cristóbal Toral, estampara en un exlibris su célebre improperio, manda huevos, en latín.
Juventud surrealistaPor lo general los elegidos para plasmar al prohombre suelen repetir. Las firmas de Hernán Cortés, Cristóbal Toral, Ginés Liébana o Bernardo Torrens suelen son recurrentes. Se acude preferentemente a pintores realistas que no se salgan del canon estético.
López Aguilar se inclinó por los trazos expresionistas, mientras que Pilar del Castillo dio a su autorretrato un aire ingenuo y colorista. «Intenté hacer un cuadro verista. Creo que se me parece. Tiendo a acentuar los rasgos cuando dibujo y pinto. De joven tenía un estilo más surrealista», señala el ex ministro socialista. El profesor y jurista no emplea su talento para pintar a amigos y compañeros, aunque sí prodiga su arte con su familia. «Ahora no me pintaría igual, entre otras cosas porque estoy más viejo. Cuando llegué al ministerio no tenía ni una cana. Ser ministro envejece, te quita sueño y además te endurece».
Rafael Cidoncha no ve con buenos ojos que los políticos le roben el trabajo. Lo considera una intromisión. No tiene una buena opinión del autorretrato que se hizo Pilar del Castillo. «Es naif. El resultado es como si te pintaras las uñas. Habiendo artistas serios, es un disparate que lo hagan ellos mismos. Es como los toreros que cantan», aduce el pintor.
El artista asegura que a sus clientes no les vence la vanidad, simplemente tienen «motivos para sentirse orgullosos». Pese a lo que pueda parecer, el retrato no es una discipina muy demandada. Cidoncha cree que no todo el mundo sirve para traducir en una tela el temperamento del personaje. «Es un arte difícil. Exige mucha calma, pues nunca se sabe cuándo va a acabar».
López Aguilar mata el gusanillo haciendo caricaturas semanales para la edición española del Huffington Post. Con todo no se suelta la melena y contiene su acidez. «Intento no ofender, y eso suele ser una limitación».
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