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ANTONIO PANIAGUA
Jueves, 9 de agosto 2018, 01:59
En solo diez minutos el agua arrastró coches, caravanas, árboles, rocas y -lo peor de todo- cientos de personas que eligieron un camping para pasar el verano sin saber que aquello era una trampa mortal. El 7 de agosto de 1996 murieron 87 personas en ... Biescas (Huesca) arrolladas por una violenta riada. La tromba de agua cubrió todo de barro. Amasó figuras espectrales. Gentes desnortadas, con la ropa hecho jirones o caminando desnuda en medio del desastre. Algunos pudieron salvarse agarrándose a un árbol o subiéndose al techo del vehículo. En solo 24 horas cayeron 185 litros por metro cuadrado en el lugar, una lluvia caudalosa, sí, pero para nada insólita en el Pirineo aragonés.
Muchas víctimas mortales no perecieron ahogadas, sino destrozadas por un turbión que venía cargado de ramas, piedras y todo tipo de sedimentos. Alguien comparó el efecto de la embestida del torrente con el temblor que provocaría poner en funcionamiento una gigantesca centrifugadora. La feroz tormenta en la cuenca del río Arás hizo que se desmoronaran los puentes de Betés y Aso y destruyó las presas de contención, cuyos residuos nadie había limpiado en años. Aquel paraje idílico, que meses antes estaba ribeteado de flores y mecido por el rumor de una cascada, se convirtió en un infierno. Nadie en su sano juicio hubiera permitido construir un camping allí, en una rambla, en plena vía de escape por la que se liberaban los torrentes, pero en España ocurren estas cosas. El campamento de Las Nieves quedó sumergido sin remedio, y eso que su construcción estaba desaconsejada por informes.
Fue tan grande el desbordamiento que el cadáver de un hombre arrastrado por las aguas apareció a 15 kilómetro del lugar del siniestro. El cuerpo del niño Xavier Martínez Domenech se encontró un año después de que la corriente arramblara con vidas y haciendas. Sus restos pudieron ser recuperados cuando los dientes de las excavadoras dejaron despejado el cauce del barranco.
Tragedia «evitable»
Los jueces de la Audiencia Nacional dieron por sentado en 2005 que la tragedia era «previsible» y «evitable». La sentencia condenó a la Cuenca Hidrográfica del Ebro y a la Diputación General de Aragón, que se pasaron el por el forro las recomendaciones del ingeniero de Montes Emilio Pérez Bujarrabal. Diez años antes el técnico había alertado de lo demencial que era emplazar una instalación turística en el desagüe de un barranco. La negligencia tuvo consecuencias económicas. Los magistrados condenaron al Estado y a la Diputación al pago conjunto de una indemnización de 11,2 millones de euros a las víctimas y afectados. Desde ese accidente se institucionalizó la atención psicológica a víctimas de este tipo de desastres.
El camping de Biescas ha mudado de piel, de nombre y ubicación. El enclave es ahora un campo abierto que acoge un monolito y un memorial rinde homenaje a los 87 muertos y 187 heridos.
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