TEXTO: ANTONIO CORBILLÓN FOTOGRAFÍA: AJAY VERMA/REUTERS
Sábado, 29 de diciembre 2018, 00:32
Casi todas las imágenes que nos llegan de la India hablan de sobreabundancia. De riqueza o de miseria, en el gigante asiático no hay términos medios. Tampoco hay mesura en la producción de castañas de agua en la laguna de Mote Majra (Punjab, norte del ... país). Con su piel áspera y gruesa, este fruto no es particularmente agraciado. Los indios lo llaman singhara y llevan 3.000 años cultivándolo. Igual que pasa en España con los castañeros, los vendedores callejeros lo despachan como fruta del tiempo tanto cruda como hervida. Además, la harina de singhara es muy apreciada para preparar alimentos en los festivales religiosos. Lo que sobra de la planta tiene propiedades curativas en la medicina ayurvédica, venerada en el país.
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Cosecharla tiene su ritual. Los agricultores cabalgan sobre sus flotadores (llantas viejas de camión) para extraer los frutos después de un año de intenso trabajo cuidando una a una cada planta acuática. Apenas salen 6.500 kilos de este estanque de 20.000 metros cuadrados. Tras pagar la renta al panchayat, el ayuntamiento, les quedan 300 rupias (unos cuatro euros) al día a cada uno. «Es tedioso y duro». Pero ahí siguen, generación tras generación.
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