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Daniela Londoño
Lunes, 25 de diciembre 2023, 11:00
Si hay algo que definitivamente no puede faltar en la mesa de las y los españoles es una buena barra u hogaza de pan. No hay comida del día que se escape a este complemento, de ahí que su consumo diario y anual sea considerablemente elevado en nuestro país. De hecho, según el informe del consumo alimentario en España de 2022, de media, cada español consume aproximadamente unos 27,94 kilos de pan al año. Aunque no hay nada más rico que un trozo de pan fresco, es verdad que el ritmo de vida acelerado no nos permite siempre darnos este lujo. Por eso, es común recurrir a otras estrategias para conservar este alimento en casa. Así, no solo evitamos su desperdicio cuando se pone viejo y duro, sino que ahorramos tiempo a diario.
En este sentido, la estrategia más común es congelarlo. Sin embargo, al recurrir a ella, es común preguntarnos cómo afecta este proceso la calidad del producto y su aporte nutricional. Para saber en profundidad qué pasa nutricionalmente cuando congelamos el pan, hemos consultado a Nuria Romero, dietista-nutricionista de Granada. Según Romero, «podemos estar tranquilos/as, porque el pan al congelarlo no pierde propiedades nutricionales». Aunque, «sí que a veces puede verse afectada su textura o sabor».
Para ello, afirma Romero, «es importante congelarlo rebanado y en bolsa hermética apta para ello. Así evitaremos que pueda coger algún tipo de olor o gusto desagradable». En cuanto al tipo de pan que lleva mejor este método de conservación, la experta recomienda seleccionar «aquellos menos tostados, ya que son las que aguantan mejor el equilibrio de humedad entre la corteza y la miga». Tal es el caso de los panes de harina integral o centeno. Por otra parte, para poder disfrutar de una buena textura y sabor a la hora de consumirlo. Romero resalta que podemos recurrir a un descongelado en el horno o tostadora.
También podemos «envolverlo en un paño de tela, llevarlo unos 10-15 segundos al microondas y después ponerlo en la tostadora». Esto nos permitirá «recuperar esa textura crujiente, y evitar que el pan quede chicloso». Por último, en términos nutricionales, congelar el pan tiene otra bondad poco conocida. Según la nutricionista, «cuando congelamos el pan y lo tostamos, reducimos su índice glicémico (es decir, la velocidad a la que liberamos glucosa a sangre)». Este es un efecto bastante positivo porque contribuye a evitar picos de glucosa, «lo cual puede ser interesante en personas con diabetes. Así como durante la menopausia o embarazo, períodos en los que suele haber mayor resistencia a la insulina».
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