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ICÍAR OCHOA DE OLAN0
Sábado, 15 de junio 2019, 01:00
Las terrazas, las cubiertas, las atalayas urbanas ya no son lugares contemplativos de secano. En el caprichoso mundo arquitectónico, el último grito consiste ahora en que esas estructuras proporcionen una mirada en cinemascope del horizonte... pasada por agua. O al baño María, como prefieran. Ya ... sea un rascacielos en pleno Londres o el techo aún chamuscado de la catedral de Notre Dame de París, lo 'trendy' consiste en poner piscinas en las que nadar y tocar el cielo a la vez, mientras se goza de tener el mundo a los pies... mojados.
Hace apenas unas semanas, al calor de la tormenta de ideas desatada por el primer ministro francés, Édouard Philippe, para reconstruir el icónico templo parisino parcialmente calcinado en el incendio del pasado 15 de abril, un estudio sueco respondía con un plan que hacía aguas. Ulf Mejergren Architects (UMA) proponía reemplazar las vigas de madera y la techumbre de la cubierta por una gigantesca pileta en forma de cruz que abarque toda la planta alta de la catedral. Tal y como recalcó Philippe, en su nueva etapa el edificio religioso debe «adaptarse a los desafíos de nuestro tiempo». Para los arquitectos nórdicos, nada como una alberca sobre el púlpito y los feligreses para brindar «un nuevo espacio de meditación con vistas incomparables» sobre la capital del Sena.
Casi al alimón, en la del Támesis ya están soñando -otros, blasfemando- con dar unas brazadas en la primera 'infinity pool' de 360 grados del mundo. Sería la faraónica guinda, a 220 metros de suelo firme, a un hotel de cinco estrellas y 55 plantas que quiere construir una empresa especializada precisamente en eso, en piscinas infinitas. Londres ya cuenta con una de las piletas más famosas del planeta, una de diez metros de longitud emplazada en la planta 52 de The Shard, el techo de metal y vidrio de la Unión Europea, con 310 metros, y continente de otro establecimiento hotelero de campanillas. Pero Compass Pools quiere una más grande y celestial. «Si se mantienen todos los inversores y constructores», el plan comenzará a ejecutarse en 2020, acaban de anunciar los responsables de la compañía a través de su web.
Según sus planos, la piscina, con capacidad para albergar 600.000 litros de agua, se ha diseñado con paredes y suelo de cristal, de manera que los bañistas puedan ser visibles desde los pisos inferiores. El principal quebradero de cabeza que han tenido que resolver sus impulsores es el acceso a la piscina. «Nos hemos tenido que enfrentar a desafíos técnicos muy importantes en este edificio. El mayor de ellos residía en cómo llegar a la pileta. La solución desarrollada se inspira en los submarinos. Se accederá de la misma manera, a través de una escalera de caracol giratoria que se elevará desde el piso inferior cuando alguien quiera bañarse. Es la vanguardia absoluta del diseño de piscinas y edificios, un poco al estilo James Bond», publicita Alex Kemsley, diseñador técnico de la empresa.
La vasija transparente se construirá en acrílico fundido. Dispondrá de un anemómetro para controlar la velocidad del viento y un ordenador regulará la temperatura del agua, que se calentará usando la energía residual del sistema de aire acondicionado, y se ocupará de que el líquido no se derrame al exterior.
Desde 'The Guardian', un periódico especialmente atento a la «adicción» de Londres a los rascacielos y, en especial, a la tendencia de los últimos años de «pegar absurdas propuestas lúdicas en lo alto de ellos», el periodista Will Jennings reflexiona sobre este fenómeno. «A medida que surgen más torres y de más lujo, con áticos de varios millones de libras -hay nada menos que 542 nuevos rascacielos en proyecto en la metrópoli-, Londres se está convirtiendo en dos ciudades paralelas, donde los ricos y los pobres no solo no se rozan los hombros sino que, a través de la altura como fórmula de separación, ya ni siquiera se ven», expone. «La élite está haciéndose con el control de los cielos urbanos», dice parafraseando a Stephen Graham en su reciente libro 'Vertical'.
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