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josé i. cejudo
Jueves, 11 de octubre 2018, 12:18
En el fascinante universo de la Astronomía se suele bautizar a un cuerpo celeste con el nombre de su descubridor, aunque no siempre es así y por supuesto no es la única forma de dar título a cuanto se descubre. Existen varios homenajes concretos. Dos muy especiales y recientes son los de dos cráteres de la Luna que, con motivo del 50 aniversario de la misión Apollo 8 (del 21 al 27 de diciembre de 1968), acaban de ser nombrados como 'Anders' Earthrise', por la salida del astronauta Anders desde la Tierra a bordo de la nave, y '8 Homeward', que vendría a traducirse como el regreso a casa de la misión. Cabe recordar que fue desde la Apollo 8 desde donde se tomó una de las más icónicas imágenes sobre la exploración espacial.
Los requisitos de la Unión Astronómica Internacional, última instancia responsable en la nomenclatura de objetos celestes, son obviamente férreos. De hecho, normalmente se bautiza con siglas y números. Como explica el investigador Tomás Ruiz Lara, que desarrolla su labor en el Instituto de Astrofísica de Canarias, «el primer paso fue aceptar los nombres tradicionales, algunos conocidos desde la antigüedad, de estrellas y planetas como Marte, Mercurio, Algol o la estrella polar». «A partir de ahí, hay que elegir nombres con muchos criterios e intereses a tener en cuenta, y en ocasiones con la imaginación al poder», apunta.
En la Luna, por ejemplo, donde fueron bautizados recientemente dos cráteres en homenaje a la misión Apollo 8, existen «más de 5.000 mayores de 20 kilómetros y unos 20.000 de entre 5 y 20 kilómetros, y no todos tienen nombre propio pero sí muchos, generalmente en honor a científicos, descubridores e inventores». Como reflejo de lo que ha sido y es la sociedad, y su evolución, apenas se pueden apreciar 28 nombres en honor a mujeres en comparación a los 1.546 cráteres en honor a hombres.
«Los mares, zonas oscuras que no tienen cráteres, también tienen nombre: generalmente en latín, heredados de la antigüedad y en referencia al clima o a fenómenos meteorológicos. Véanse 'mare Imbrium', lluvia; 'mare Nubium', nubes; 'mare Serenitatis', serenidad», puntualiza Tomás Ruiz Lara. «No obstante, sí hay una pequeña opción para nombrar algún astro sin necesidad de descubrirlo. En ocasiones, planetarios, instituciones o público en general promueven campañas para que algún objeto celeste lleve algún nombre concreto, aunque será finalmente la Unión Astronómica Internacional la que en última instancia lo apruebe», sugiere el investigador del Instituto de Astrofísica de Canarias.
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