ANTONIO CORBILLÓN
Martes, 19 de febrero 2019, 00:37
Da miedo que todo este movimiento se personalice en una niña. Pero también es un emblema brutal, porque no es algo científico, sino que busca lo emocional. Por eso va a ser un éxito global». El coordinador de Movilizaciones de Greenpeace España, Pablo Chamorro, lleva ... meses siguiendo las claves del creciente movimiento de adolescentes en lucha contra el cambio climático. Hay analistas que hablan de ellos como los 'chalecos amarillos' de la adolescencia mundial (en referencia a las protestas recientes en Francia). Esa niña de la que habla Chamorro es Greta Thunberg, la sueca que con 15 años dio el aldabonazo de salida en agosto pasado. Una de sus frases retumba y se repite en todas las convocatorias: «No tienes que ir a la escuela, es tu propia elección. ¿Por qué deberíamos estar estudiando para un futuro que pronto no lo será más? Esto es más importante que la escuela, ¿no?». La respuesta afirmativa de su generación se deja ver por todo el mundo. Una corriente juvenil que tumba las mochilas a las puertas de los institutos los jueves y viernes. Y que no para de crecer.
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Todo comenzó cuando la fama viral de Greta delante del Parlamento sueco con su pancarta 'Huelga escolar por el cambio climático' se tradujo en una invitación para hablar en la Cumbre del Planeta de Katowice (Polonia) en noviembre. Ante dos centenares de líderes mundiales, lanzó: «Ustedes no son lo suficientemente maduros como para contar las cosas como son. Incluso esa carga la dejan para sus hijos». También les advirtió de que «si las soluciones dentro del sistema son tan imposibles de encontrar, tal vez deberíamos cambiar el sistema en sí mismo». Y a ello se han puesto miles de chicos en docenas de países.
Arrancaron en noviembre en Australia, donde varios miles de estudiantes desafiaron las advertencias de su primer ministro, Scott Morrison, que les pidió que fueran «menos activistas». Más de 15.000 chavales no le hicieron ningún caso. Detrás llegaron protestas espontáneas y con cifras menores, aunque en Suiza superaron los 5.000 asistentes en diciembre. Pero en enero ha llegado la eclosión. Una corriente eléctrica que ya reúne a docenas de miles y que se ha instalado en el corazón de Europa. En muchos colegios, los calendarios escolares de los jueves y viernes han sido sustituidos por una clase práctica de protesta cívica y callejera.
En Bélgica empezaron 3.000 después de Reyes. Anuna de Wever, 17 años, vio el vídeo de Thunberg y decidió imitarla llamando a la huelga por Facebook. Se presentaron 12.500, en la siguiente 30.000 y el último viernes de enero alcanzaron los 70.000. Por el camino, se han cobrado la cabeza de la ministra de Medio Ambiente, la flamenca Joke Schauvliege, que mintió en público al anunciar que los servicios de seguridad podían probar que estas protestas eran «un complot» en su contra promovido desde el exterior.
La progresión ha sido similar en Alemania. En la última concentración, celebrada el 25 de enero, 30.000 estudiantes marcharon sobre cincuenta ciudades germanas con pancartas en las que se leía: '¿Por qué aprender sin futuro?'. Una furia juvenil no exenta de sentido del humor. En una tela, unos muchachos escribieron: 'Abuelo, ¿qué es un muñeco de nieve?'. Tal vez muchos chicos alemanes y del resto de Europa ya no saben lo que es una nevada. Pero su bola de nieve tiene pinta de desencadenar un alud. Se han hecho oír en Suecia, Austria, Polonia, Canadá... hasta en Japón y Bangkok.
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«El impacto de los jóvenes organizados puede ser enorme en dos vías: hacía dentro, en su entorno familiar; y hacia fuera, donde están logrando un efecto multiplicador con el que todo el mundo se identifica», reflexiona la directora del programa de Sociología del Cambio Climático de la Universidad Carlos III, Mercedes Pardo Buendía.
Después de tibios amagos, hoy es la puesta de largo de la iniciativa dinamizada por Greta Thunberg en los colegios e institutos de Gran Bretaña. La convocatoria School Strike for Climate (Huelga Escolar por el Clima) espera que docenas de miles de adolescentes del archipiélago no asistan a clase y se manifiesten en defensa de medidas efectivas que les permitan soñar con un futuro ambiental. Su nivel de organización es notable a través de la Red de Clima Estudiantil del Reino Unido. A sus apenas 14 años, Zoe Bonnet ha organizado la huelga de hoy en Bristol. Argumenta que «la gente piensa que este problema se puede resolver en otro momento, pero no hay otro momento».
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Incluso han encontrado complicidad en muchos padres para responder a la dura normativa británica sobre absentismo escolar, que solo permite ausencias de clase «en circunstancias excepcionales». Una carta modelo elaborada por Youth Strike 4 Climate, uno de los grupos más activos, afirma que «solo quedan doce años para reducir las emisiones de CO2 en un 50%, según el último informe de la ONU. Es una circunstancia bastante grave y excepcional. En este sentido, le estoy dando permiso a mi hijo». Miles de padres ya han firmado la carta, aseguran los convocantes en sus canales de comunicación por internet.
Sin apenas cabezas visibles, todos estos grupos usan su propio discurso y agitan las redes con 'hastags' como #youthforclimate (Jóvenes por el Clima) o #FridaysForFuture (Viernes por el Futuro). En Gran Bretaña, Greenpeace les está brindando ayuda, pero su exitosa web fue creada por dos críos de 15 años en menos de una semana. «Es una prueba más de esa irreal visión de los jóvenes como 'ninis' (ni estudian, ni trabajan), cuando son los mejor preparados de la historia y los más imaginativos», valora la socióloga y climatóloga Pardo Buendía.
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¿Y en España? Como sucede con las cosas de los mayores, va lento, dando sus primeros pasos. Las encuestas del CIS afirman que los miembros de la generación del milenio (18 a 34 años) son los más concienciados con el medio ambiente. El 68% reclaman cambios en la actividad humana para revertir este problema. Greenpeace ha detectado grupos de trabajo en Gerona, Barcelona y Madrid. Jóvenes que empiezan a agitar los pasillos de sus institutos. «Les apoyamos desde atrás. Nos parece crucial que lo hagan ellos. Debe ser algo por y para los jóvenes», insiste Pablo Chamorro. Para Mercedes Pardo, es otra prueba «del retraso con el que todavía se vive la implicación social en nuestra joven democracia». Todos ellos confían en que esta bola de nieve gane aún más velocidad el 15 de marzo, fecha elegida para una huelga global que aspira a hacer imparable su demanda de que no les roben el futuro.
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