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Millones de familias preparan la vuelta al cole, que en la mayoría de comunidades se producirá en una semana o poco más. La búsqueda de libros, material informático, ropa y calzado, la elección de extraescolares y, en muchos casos, de los nuevos uniformes acaparan la ... cuenta atrás. Pero los ópticos alertan de que en la mayoría de estas listas falta un apartado esencial para la buena marcha del nuevo curso y para esquivar episodios de fracaso escolar perfectamente evitables: un chequeo visual.
No es un reclamo gremial. Uno de cada tres casos de fracaso escolar en las etapas no universitarias está vinculado a problemas de visión que o no se han detectado a tiempo o no se han corregido adecuadamente. Lo certifica la investigación realizada durante más de un lustro por los ópticos agrupados en Visión y Vida, que monitorizan los problemas de salud visual de los escolares con cuestionarios y chequeos completos en varios millares de centros de todas las autonomías.
«La visión es uno de los elementos clave para que el desarrollo del curso sea exitoso», defiende su presidente, Salvador Alsina, quien recuerda no son de extrañar las graves consecuencias educativas que causa a niños y adolescentes el descuido de la vista si se tiene en cuenta que el 90% de la información que percibimos llega a través los ojos.
El trabajo de los expertos confirma que el 30% de los retrasos en la etapa inicial del aprendizaje, la desarrollada en Primaria, derivan de «problemas de eficacia y percepción visual». Y este tipo de déficits, si no se detectan y controlan a tiempo, se multiplican de forma acelerada en pocos años, durante la etapa adolescente que abarca la Secundaria.
Sus análisis desvelan que casi el 40% de los alumnos de Secundaria son incapaces de lograr un aprovechamiento educativo adecuado sin llevar gafas o lentillas y que, pese a ello, muchos aún no las tienen o no se someten a suficientes revisiones. Hasta el 55% de estos chicos de 12 a 18 años confiesa en los chequeos que ve mal o que podría ver mejor, entre el 37% y el 45%, según las edades, manifiesta ver doble la pizarra, una cuarta parte ve mejor si se tapa un ojo, hasta el 47% entrecierra los ojos para afinar y el 40% sufre sequedad ocular por el abuso de pantallas.
El problema de base de la mayoría es un miopía precoz y pronunciada que tiene ya dimensiones de pandemia. La mitad tuvo que corregir la graduación de sus gafas en solo un año por el agravamiento del problema y casi un 30% tiene entre 2,25 y 4 dioptrías. El ritmo de empeoramiento es alto. En cinco años esta franja de edad duplicó sus dioptrías, porque empeora a un ritmo un 10% superior al de la generación de sus hermanos mayores.
Las causas son múltiples, pero las fundamentales son el exceso de horas con la vista clavada en pantallas digitales y una segunda muy vinculada a ese abuso, como es la falta de horas de luz natural por la escasez de actividades y juegos al aire libre.
La miopía no es único contribuyente a este fracaso escolar evitable, pero sí el principal. También hay muchos menores que tienen buena agudeza visual de cerca y de lejos (ven bien el libro o la pizarra), pero tienen dificultades para mover correctamente los ojos a la velocidad o con la precisión necesarias. «Eso afecta a su capacidad de lectura y a su rendimiento académico», explica Elisenda Ibáñez, óptico-optometrista, ya que si se producen «saltos visuales descoordinados (movimientos sacádicos) se limita la capacidad de lectura fluida».
Los expertos animan a las familias a estar atentas a dos comportamientos que delatarían desequilibrios visuales. El primero, si tienden a confundir letras, palabras o muestran dificultades para seguir un texto o copiarlo de la pizarra. El segundo, si no atienden o se distraen mucho puede ser síntoma de incomodidad visual, derivado de un problema de convergencia o acomodación, lo que les impedirá realizar con éxito las tareas escolares.
Hay una lista de comprobaciones simples que pueden ayudar a los padres a sospechar que su hijo necesita una revisión y posiblemente corregir su visión. La tendencia a seguir el texto con el dedo cuando lee, girar la cabeza en vez de mover lo ojos, torcerse al escribir, taparse un ojo para mirar a algún punto, entrecerrar los ojos o constatar que se cae con mucha frecuencia o que es torpe en las actividades deportivas.
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